dissabte, 28 de juny del 2014

Schwarzwald, Blut und Rache. CAP XI

Hemos entrado en Alemania por Freibourg im Breisgau, el bmw M5 de Nicolay  ruge con la potencia de sus 500 caballos mientras nos adentramos en la sinuosa carretera que atravesando Schwarzwald nos lleva a Hinterzarten.
Kilómetros de pinos altísimos bordean la carretera, desdibujados por la velocidad, la luz apenas atraviesa sus copas y da al bosque un aspecto oscuro y limpio. De vez en cuando una casa solitaria da un toque de color.
Nicolay conduce, yo voy sentado a su lado y detrás, Monique encajada entre dos hombres más de Dimitri, antiguos speztnaz. Nadie habla. Las armas están en el maletero, camufladas en un compartimiento oculto. Tampoco se trata de buscarse problemas con la escasa, amable pero eficiente bundespolizei.
Nuestro destino es una estación de esquí abandonada, en las proximidades del lago Schluchsee, nuestro objetivo es Dubois. La gente de Dimitri ha localizado el refugio del psicópata francés.
Mi ruso es muy malo, quizás por eso me pierdo la mitad de las instrucciones que Nicolay da a sus hombres cuando solo faltan diez kilómetros para llegar…
Monique traduce para mí.
-Dejamos el coche en los antiguos talleres de la estación, Dubois está en un refugio en la cima de la montaña. Desde su posición, los talleres quedan fuera de su campo de visión. Esperamos a que anochezca i atacamos, así de sencillo.
Me gustan los planes sencillos, suelen funcionar mejor. Pero  este ha sido preparado sobre la marcha, solo disponíamos de dos días para ejecutarlo, pasado este tiempo, Dubois partía con destino a los emiratos árabes en dónde nos hubieses costado mucho más llevarlo a cabo.
Nicolay habla ahora en inglés.-Mis dos hombres y yo nos encargamos de los guardas, presumiblemente solo hay cinco, tú y Monique entráis después y termináis el trabajo.
Dubois tiene más gente en unos barracones situados a quinientos metros de su refugio. Si actuamos correctamente ni se enterarán. Si se llega a dar la alarma estaremos en una situación realmente jodida- se sonríe el hijoputa-
Reduce la velocidad y abandonamos la carretera principal justo cuando se pone el sol. No es el camino más directo, es una antigua pista forestal que da un rodeo de casi dos horas pero que conduce al mismo lugar.
El tiempo se nos echa encima, de repente, detrás de una curva, un enorme tronco caído bloquea el paso. Nicolay frena y el coche  derrapa descontrolado estrellándose contra el árbol.
El golpe no es muy fuerte pero debemos continuar a pie. El coche tendrá que esperar aquí.
Cogemos las armas y nos ponemos los trajes de camuflaje negros que hemos traído. Monique se ha teñido su hermoso pelo rubio. Cubrimos nuestros rostros con pasamontañas y nos adentramos en el bosque. Sin correr pero a ritmo ligero abre la marcha uno de los hombres de Nicolay, Vassiliev, veterano de Chechenia que ha estudiado, mientras viajábamos, el recorrido a través del bosque. El hecho de que lleve en su pulsera un gps de última generación no desmerece la seguridad con la que se adentra en la oscuridad.
Dejamos atrás los hangares en donde teníamos que haber llegado con el coche, ya no hay tiempo. Es más de medianoche y aunque estamos en primavera la temperatura desciende varios grados, el suelo está húmedo de lluvias recientes y a las botas se adhieren las agujas de pino que cubren el fango.
Nos detenemos  al avistar una silueta recortándose contra el cielo estrellado. Un guarda. Solo. Vassiliev se adelanta, cuchillo en mano, dando un pequeño rodeo. 
Parpadeo para mejorar mi visión, me hago viejo, cuando abro de nuevo los ojos la silueta ha desaparecido y  Vassiliev vuelve a estar con nosotros. Un ligero olor herrumbroso lo acompaña, limpia el cuchillo en unas hierbas y discute en voz baja con Nicolay.
-Dos, a lo más tres, a unos cincuenta metros de aquí. Bajando por ese sendero de la derecha, junto al viejo teleski . Habrá que usar las HK.
Nicolay asiente, desenfunda el subfusil, su compañero también. Sendos silenciadores adornan sus bocachas. Se deslizan como sombras de muerte hacia sus víctimas que, confiadas, comentan lo agradable que será pasar una temporada en las agradables playas de Dubai.
Bien, dice Nicolay al volver, eran tres, quizás solo había cuatro guardas. Dubois es todo vuestro.
Monique no me espera, sale corriendo en dirección a la casa en lo alto de la colina. Una luz solitaria, en la cocina, quizás se esté preparando algo caliente antes de acostarse.
Nos agazapamos a cada lado de la puerta, vemos la silueta de Dubois, taza en mano, acercarse a la ventana, quizás intentando ver dónde coño están sus guardas.
Derribo la puerta de una patada, entro seguido de Monique apuntando en dirección a Dubois que sorprendido deja caer la taza al suelo.
Hace un amago de coger una pistola que está al lado de la cafetera pero un certero disparo de mi compañera le arranca tres dedos de la mano derecha de cuajo.
Le golpeo el rostro con la culata de mi subfusil. Cae al suelo, visto así, no es gran cosa el capitaine Dubois.
La mano le sangra una barbaridad, gime, mientras que con la izquierda intenta apretarse lo que le queda de la derecha.
Monique se agacha a su lado le hace un torniquete con un trapo de cocina y el muy idiota le dedica una estúpida sonrisa, pensándose que le está haciendo un favor.
La pérdida de sangre le ha debilitado y nos es fácil levantarle y atarle en una silla.
Entra Nicolay, para darnos prisa, en el barracón de los guardas se ha encendido una luz y se ha vuelto a apagar.
Monique nos dice
-Dejadme unos minutos a solas con Dubois, me dirá lo que hemos venido a saber y nos iremos.
-Veinte minutos Monique, ni uno más, - le ordena Nicolay.
-Más que suficiente- responde ella mientras le obstruye la boca a Dubois con  papel de cocina.
No sé cómo va a hablar, pienso yo, con la boca llena de papel pero Monique me sonríe adivinando mi pregunta.
-No te preocupes, hablará.
Salgo, precedido de Nicolay .Aunque fuese justificada, nunca he soportado estoicamente  ser testigo de la tortura  a otro ser humano.
Durante diez minutos solo se oye una especie de gemido sordo que proviene del interior, después nada…
Pasan diez minutos más, Nicolay entra para avisar a Monique. Salen juntos, él, con la cara mortalmente pálida, como si hubiese visto el rostro de la muerte. Y la misma muerte sale acompañándole, la muerte con cara de Monique, Monique teñida de la sangre de Dubois, del asesino de Laura. Sonríe con la sonrisa de una diosa antigua vengativa que ha conseguido su propósito. No quiero ni imaginarme que ha sucedido  en esa cocina en veinte minutos.
Dubois ha pagado con creces sus pecados. Si hay un infierno, Monique le ha servido en bandeja un menú de degustación antes de mandárselo al mismo diablo debidamente troceado.
Nos deslizamos de nuevo hasta el coche como espectros a la luz de las estrellas, mi cuerpo no siente ni frio ni calor.
Nos desprendemos de la ropa, que ponemos en una bolsa junto con las armas en el compartimiento. Monique se lava, completamente desnuda, en un riachuelo cercano que se lleva aguas abajo, hilillos de sangre roja que se deslizan como pequeñas serpientes por sus muslos blancos como la nieve. La envuelvo en una toalla al salir, y la abrazo, ella se deja abrazar y apoya su cabeza en mi hombro.
Se viste, subimos al coche, ocupado ya por nuestros silenciosos amigos y emprendemos el viaje de vuelta.
Llegamos a Meersburg y montamos el coche en una barcaza que nos espera, es casi de día ya…
La barcaza se adentra en el bodensee y al llegar a un sitio convenido, arrojamos el coche con las armas y los trajes al fondo del lago.
El hidroavión de Dimitri, pilotado  por él mismo, no tarda ni cinco minutos en amerizar. Subimos rápidamente y la barcaza emprende de nuevo el rumbo hacia el puerto. No ha llegado aún allí que nosotros ya estamos entrando en el espacio aéreo de suiza.

Nadie habla, y incluso Dimitri, discreto por esta vez, se suma a nuestro silencio.

diumenge, 1 de juny del 2014

DE ÁNGELES CAIDOS Y GIN TONICS CAP X


Dimitri no ha cambiado mucho desde la última vez que le vi.
Su pelo cortado a cepillo sigue siendo rubio, quizás ligeramente canoso ahora. Su tez blanca con pecas está enrojecida por el sol, de España dice.
Sus ojos grises desmienten la sonrisa con la que pretende obsequiarme.
Ha entrado sin llamar en mi habitación, al fin y al cabo es su casa y bueno, Dimitri tiene estos detalles.
Le ha precedido una risotada detrás de la puerta y un ligero murmullo de respuesta, Monique.
Como un vendaval se ha dirigido a mi cama con los brazos abiertos.

-¡Kurt, hijo de la gran puta! Ni con un tiro en el estómago hay cojones de acabar contigo. Jajajaja, -se ríe el muy cabrón.

Se inclina sobre mí y me da un abrazo parecido a un oso que hace crujir en medio de infinito dolor todas mis costillas.

-El doctor me ha dicho que estás asombrosamente bien,  y debes estarlo, para eso le pago, para que recomponga a mis amigos.

Debido a la naturaleza de los negocios de Dimitri, sus amigos deben tener necesidad de ser recompuestos con frecuencia-pienso yo.

-Vístete, te espero fuera, en el salón, debo contarte cosas- me ordena acabando así con su bienvenida y sale tan rápido como ha entrado, es así mi buen amigo Dimitri.

Media hora después un guardaespaldas alto como un pino de los Cárpatos me abre la puerta de un impresionante salón recubierto de pinturas pre revolucionarias con rostros que nos contemplan con semblante adusto. Probablemente, pienso, fueron fusilados todos después de lo de Ekaterinburgo. Se les debió borrar el gesto altivo delante del pelotón de ejecución.
 Dentro, Dimitri con un vaso de vodka en la mano habla con una figura femenina sentada en un sofá de la cual solo veo una mano sosteniendo un cigarrillo. La fina mano de Monique.

-Joder Kurt,-vuelve su rostro rubicundo hacia mí-mi abuela se vestía más deprisa con noventa años que tu.

Le ignoro, beso a Monique en los labios, ligeramente.

-¡Bien! ¿Podemos empezar? Le estaba contando a nuestra dama que he estado haciendo preguntas, un poco por aquí un poco por allá.

En el lenguaje de Dimitri eso podía significar cualquier cosa, alrededor del mundo o sin salir de casa.

-No me entretendré mucho explicándote como coño te salvamos, te basta con saber que por puta casualidad yo estaba en LLoret de Mar, por negocios con el alcalde y unos arquitectos, cuando Monique me llamó a través de Nikolay desde Amberes.
Me dijo donde encontrarte, te había seguido una de sus chicas, ya sabes, el procedimiento habitual. Tu teléfono en Barcelona estaba intervenido, por eso supimos en que restaurante habías quedado con Carla, grandísimo idiota! Aún así llegamos tarde. Al menos para ahorrarte el balazo, jajajaja. Te está bien empleado por comer con escorpiones joder!

No es agradable oir las verdades, miro al suelo, como avergonzado.

-Por suerte, mi jet estaba en Barcelona, Natasha quería comprar algo, no sé, algo que ponerse para sus fiestas. Y mi jet está medicalizado, nunca se sabe cuándo se puede necesitar una aspirina, jajaja.

O sea, que debía mi vida a la desconfianza de Monique, a unos diamantes de Amberes, a la corrupción inmobiliaria de España y las compras en Chanel de Nastasha, la hermosa e infiel  mujer de Dimitri.
Sacudo la cabeza mientras Dimitri sigue contándome cómo Percy y Carla lo organizaron todo, su parentesco, la caída de Amberes, Fassbender…yo.
Mientras habla, miro a Monique, haciéndole con la mirada la pregunta que corre por mi cabeza en estos momentos. _¿ por qué nos ayuda Dimitri? – creo que ella está tan sorprendida como yo. No dice nada  mientras bebe su Jodhpur reserve. Hay que reconocer que Dimitri tiene un bar bien provisto. Su mayordomo inglés debe ser excepcional.
Adivinando nuestro cruce de miradas dice.

-Os estáis preguntando por qué no os he envuelto en papel de celofán con un lacito rosa y os he dejado delante de la puerta de Percy, verdad?

Apura su Vodka, pero se sirve otro.Sin soltar el vaso, Dimitri núnca suelta nada.

-La respuesta es que... Percy ha querido acaparar demasiado, no solamente ha destruido vuestra organización, sino que ha metido su sucia zarpa llena de lasaña en asuntos que considero de mi competencia  exclusiva, que digamos. Y eso no puedo tolerarlo.
-Lamentablemente- le digo- no estamos en condiciones de ayudarte en estos momentos, ya ves en qué estado nos encontramos, por no hablar de que hemos perdido toda nuestra infraestructura, verdad Monique?.

Ella asiente..

-Bah-escupe nuestro anfitrión.
-Es cierto que ahora estáis los dos hechos una mierda, pero en unos días el doctor dice que Monique podrá volver a ver con los dos ojos y sólo le quedará una cicatriz de la cual nos ocuparemos a su debido tiempo. Y en cuanto a ti, jajaja, en dos días quiero verte en el campo de tiro con mis muchachos, necesitan los consejos de una vieja gloria como tú. Algunos son demasiado nerviosos con el gatillo ya sabes. Os necesito pareja, solo vosotros sois capaces de dar caza a ese viejo león del desierto de Percy y a la pantera de su hija. Si me echáis una mano en este asunto os prometo que nunca más os tendréis que preocupar de nada.

Jamás creí llegar al día en que Dimitri nos propusiera un plan de jubilación.

-En cuanto a la infraestructura, no os preocupéis, tengo de todo y más, aparte de los propios, que son muchos, cuento con los recursos de mis antiguos amigos del Centro( entiéndase el KGB). Ahora descansad, pero mañana empezamos.

Nos mira alternativamente, esperando una respuesta. Yo acepto. Después de Carla, ya nada me importa.
Monique deja el gin tonic en la mesilla luis XVI levantándose lentamente.

-Dubois es mío- dice con la mirada perdida , supongo, en los azules ojos ausentes de Laura- Puedes quedarte con Percy y con Carla, Kurt, pero Dubois es mío.

Un ángel caído  atraviesa el salón, la temperatura desciende varios grados bajo cero, incluso una mente tan materialista y simplista, que no simple como la de Dimitri se impresiona, asintiendo silenciosamente en señal de aceptación. El vello de todo mi cuerpo se eriza mientras contemplo el medio bello rostro cual Medusa de Monique sentenciar a muerte al asesino de Laura.
Sale del salón con una elegancia innata.

-Kurt…amigo mío, escucha,

Dimitri Lébedev, antiguo coronel del KGB, traficante, asesino, apoya su zarpa de oso del Cáucaso en mi hombro haciéndome daño. Le miro a los ojos.

- No dejes que le ocurra nada, por el amor de dios, cuida de ella.

 Me sorprende la calidez y seriedad de la mirada de Dimitri mientras pronuncia estas palabras y entonces adivino quizás la principal razón por la cual está de nuestro lado.
Sale él también dejándome solo, me dejo caer en el sillón que aún conserva el olor del Benson & Hedges de ella.

Dimitri ama a Monique.


Y solo al fin, en un salón inmenso, con una cicatriz en el estómago y otra más profunda en el alma, suelto a los serios retratos de los antepasados zaristas de Dimitri que recubren sus paredes, una enorme, ruidosa, sarcástica, carcajada.

diumenge, 11 de maig del 2014

LA HISTORIA DE MONIQUE    CAP. IX


Monique

Sochi, costa del Mar Negro, Mil años después…o eso parece.

Mi recuperación avanza. Monique está sentada en una tumbona al lado de la mía mientras, a nuestros pies,  un jardinero ajeno completamente a nosotros trabaja en el hermoso jardín de la villa que Dimitri Lébedev posee a las afueras de Sochi. Estamos en una terraza que mira a un bello atardecer en el mar negro. Es primavera.
Pero ni Monique ni yo somos conscientes de tal belleza, la ignoramos mientras desgranamos nuestros recuerdos, cotejamos información y intentamos saber de qué coño va esto y qué cojones ha sucedido y lo más importante, qué vamos a hacer a partir de ahora.

Monique cuenta su historia.

Tras la muerte de Fassbender en Hamburgo se dispararon las alarmas en Amberes. Amberes era, por así decirlo, nuestra oficina central, bajo la estricta dirección de Monique i Laura su lugarteniente y amante.
Nuestros contactos en Hamburgo confirmaron en seguida la sospecha de que no había sido un simple ataque cardíaco y que se olía una caza como nunca había sucedido.
-Prácticamente no tuvimos tiempo de reaccionar-dice Monique, mientras una mueca de dolor profundo cruza por su quemado rostro.
-Empezaron a no responder los teléfonos de emergencia, solo a ti pude llamarte, pero Hanna, Klaus, Diego…y todos los demás se perdieron el primer día.
- Estambul a la mañana siguiente, joder…con lo que costó aquello!
No digo nada, escucho como sus demonios cobran forma a medida que sus palabras salen de su boca.
-Laura- Continúa con un rictus de tristeza en los labios- creyó que lo mejor era que nos fuésemos a Santuario en Costa rica inmediatamente, y dios mío, no le hice caso. Le dije que debíamos esperar que quizás no todo estuviera perdido. Que quizás alguna célula habría escapado, no sé, tú, Argel, o quizás Shangai…Nos cazaron a todos…
-¿Que ocurrió en Amberes Monique?- pregunto con un hilo de voz.
-Nos íbamos ya, teníamos el coche en la calle en marcha, habíamos destruido todos los documentos posibles, Laura ya había subido al coche cuando se acordó que  se había dejado un pendrive importante, maldita sea, encima de mi mesa. Volvió a entrar y…entonces vi la furgoneta. Estaba aparcada a unos cincuenta metros de nuestra entrada. Al conductor no lo reconocí pero su acompañante, era Dubois. Ya sabes…
-Sí- ya sé- Dubois, ex capitán  Louis Fernidand Dubois, un hijo de puta frio como el hielo, experto en explosivos expulsado discretamente y con deshonor de l’armée por sus contactos con Action Directe y actualmente bombardero free lance.Tendrian que haberlo  encerrado de por vida en Guayana pero algo sabia de alguien  que lo impidió. Ahora campaba a sus anchas por los bajos fondos de Paris, siempre dispuesto a aceptar un encargo, eso sí, bien pagado de hacer saltar a algún pobre desgraciado por los aires.

-Me lancé fuera del coche para avisar a Laura…no llegué al portal. – Calla, cierra los ojos.

Se abre paso un silencio que no oso romper.
-No quedó nada… (Suspiro) ni de la central, ni de… Laura, ni de mi cara…incluso Fred, nuestro conductor que estaba en el coche recibió metralla en pleno rostro. Afortunadamente conservó la sangre fría suficiente para meterme dentro del coche a rastras mientras aún duraba la nube de polvo y se alejó de allí antes de que Dubois y los suyos vieran que me había librado.

-¿Qué hiciste después?- aún me costaba articular palabras, mi herida se cerraba pero aún dolía

-Consideré todas las opciones, pasado el shock, dentro de un coche debajo de un puente en un muelle abandonado, con Fred sangrando por el cuello, su herida le había afectado la yugular y se estaba muriendo sin darse cuenta. Yo había perdido la visión de este ojo- señala su vendaje que le cubre media cara-. Entonces pensé en Dimitri, tenía gente en Amberes y nos debían más de un favor, ¿recuerdas?
- Sí, asiento con la cabeza- Dimitri Lébedev, antiguo coronel de la KGB, tercer directorio, metido a traficante de armas de la antigua URSS y de vete a saber cuántas cosas más. Te podía vender desde un Caza sukhoi-37 hasta una bellísima escort.- el buen Dimitri-Era uno de nuestros principales clientes y habíamos  establecido una especie de relación de mutuo apoyo entre él y nuestra organización. Por decirlo de alguna manera.

-Dimitri, tenía gente, efectivamente –continúa- siempre tiene gente en Amberes por los diamantes. Muchas veces los pagos de las armas se efectuaban con piedras preciosas.
Su lugarteniente, Nikolay  Smirnov me recogió cuando ya me desvanecía, Fred llevaba muerto unas horas ya. Aquella misma tarde salí del país.

Calla y fija su vista en un horizonte cada vez más oscuro, sus pensamientos huyen hacia ese sol que se sumerge en esas aguas de un mar negras como su nombre. Quizás Laura la sonríe detrás de esos últimos rayos, baja la cabeza, como rindiéndose.
Se recobra inmediatamente, el jardinero debe haberse ido tiempo ha, estamos solos, me echa una manta encima de los hombros.

- Es muy tarde ya,  debes acostarte, anochece  y pronto hará frio.

Entramos, me echo en la cama y ella se acerca y me acaricia la frente, su mano desciende por mi mejilla y una lágrima se escapa de su ojo torturado y cae en mis labios. Creo que en Amberes saltaron en pedazos muchas cosas, Laura, Fred, nuestro mundo y la coraza y el alma de Monique. Y solo queda lo que contemplo alejarse de mi habitación. Una criatura frágil que quizás siempre existió en su interior.


Cierro los ojos e intento dormir, mañana será un día interesante, llega nuestro anfitrión.

diumenge, 27 d’abril del 2014



                                        Lázaro. Cap. VIII



Levántate y sal fuera
San Juan 11 vers.43



Un dolor intenso e inmediato se abre paso a través de la oscuridad en que estoy inmerso.
 Intento abrir los ojos pero no puedo. Como si una losa les aplastara, mis párpados se resisten a obedecer..
Floto aparentemente en una ingravidez extraña, ligeras sacudidas agitan lo que creo mi entorno.
¿Qué es ese zumbido? Alguien me toca un brazo. El dolor aumenta, va y viene en oleadas salvajes recorriendo todo mi cuerpo. Pero no puedo moverme.
Una rendija de luz se filtra por entre mis pestañas  quemando mi retina. Aún así, me  aferro a esa hiriente luz como un náufrago a una balsa.
Unas voces se superponen al zumbido. Hablan entre ellos  pero no los entiendo. ¿Donde cojones estoy?
Lo conseguí, rostros cerca de mí, mezclados, difuminados en una lechosa claridad.
¿Estoy en el cielo? ¿O en el infierno? ¿Son ángeles o demonios quienes se acercan a mi cara?
Ángeles con rostro de…¿Monique? De Monique con media cara vendada? ¿Y el otro rostro? ¿Dimitri? Definitivamente, estoy en el infierno y los demonios revolotean a mi alrededor.
Me hablan, noto su aliento en mi piel, pero sigo sin entender que me están diciendo. Cierro los ojos, la fatiga y el dolor me vencen. A medida que me sumerjo en la inconsciencia otra vez, me persigue una risotada como un eco de Dimitri. Infierno, seguro. Oscuridad…
Despierto al cabo de lo que me parecen haber sido mil años o un instante. El zumbido ha desaparecido, tengo frio, algo de dolor. Los ojos ya no me pesan. Permanezco quieto, antes de obligarme a despertar intento razonar donde estoy.
Por primera vez, tengo la sensación de estar echado en una verdadera cama. Me atrevo a mirar. Estoy en una habitación grande prácticamente vacía, no puedo mover ni un músculo a excepción de mis ojos, estoy demasiado débil aún. Paredes limpias y blancas como la nieve, sin muebles excepto un aparato médico que no reconozco, situado a mi lado lleno de botellas y una pantalla con multitud de números y símbolos que no logro enfocar. La luz proviene lateralmente, de un ventanal abierto. Un viento suave mece una cortina de lino blanco. Sólo puedo adivinar un jardín detrás de esa ventana. Olores de hierba húmeda recién cortada, voy recuperando mis sentidos.
Tengo la boca horriblemente pastosa y con un sabor ferroso. Intento articular algún sonido pero fracaso.
Más imágenes, una playa, un sol poniéndose…una figura desapareciendo entre la creciente oscuridad. Carla. Entonces recuerdo a medias quién soy.
-¡Doktor, doktor, eto probuzhdeniye!
¿Quién ha dicho esto? Una voz de mujer. Una sombra alta y blanca pasa a mi lado y manipula algo que no llego a ver.
Me doy cuenta que de mi brazo salen multitud de tubos, de mi nariz incluso,  un hospital? Carla, disparo, mar, Barcelona, el desierto…
Vuelvo a caer, pensar me fatiga. Intento vaciar mi mente. Mi instinto de supervivencia canaliza mis exiguas fuerzas a  mantenerme con vida y ralentiza mi mente.
Carla, la playa, desierto…Daniella, Percy,un perro lamiendo un charco de sangre... se me mezclan imágenes y nombres que no situo.
Voy a dormirme otra vez mientras me convierto en un niño de siete años al que su  nonna le lee fragmentos  de la biblia antes de acostarse.

-e Gesù è venuto e ha detto

-Lazzaro, alzati e cammina

dissabte, 4 de gener del 2014

Sintineddi CAP VII

                                                        
El hombre al que le quedaban tres minutos de vida se acomodó con la espalda contra el muro en donde un trazo de sangre indicaba cómo se había deslizado hasta sentarse en la arena. Vio  como ella se alejaba sin mirar atrás, recortando su silueta contra el sol que se acostaba en ese último día del año detrás del horizonte de un mar tan suyo, en una playa desconocida.
Ya casi no dolía. Ella le había dicho - lo siento Kurt, ¿quieres que...?
-no, -él esbozó una mueca que pretendía ser una sonrisa-, déjalo, al fin y al cabo…no tiene importancia, estoy bien.Vete.
Ella le había besado  en los labios con una dulzura que él le desconocía y se sintió gratamente sorprendido. Por un momento, la playa había desaparecido y la arena volvía a ser la de un desierto donde hacía mil años se habían conocido…
Mi hermana, mi amante, mi arma, mi escudo, mi…muerte, Carla.

Contempló con los ojos vidriosos el atardecer y vino a su mente todo lo que había hecho en sus últimos días, su llegada a Barcelona, el apartamento, Daniela, la cena con Percy, el miedo, la aceptación final de que con Carla no había escapatoria posible. Que no valía la pena huir, estaba harto de huir, de huir de la policía, de los “otros”, de sí mismo…
La última llamada de Monique le convenció que todo se acababa, llamó ayer asustada, por la mañana, simplemente dijo que estaban cayendo todos, que nadie sabía, que incluso ella…
Y le dijo -adiós Kurt- y Monique nunca decía adiós. Por eso, sonó a definitivo, a sentencia de muerte para los dos.
Entonces él se serenó, comprendió que las sombras se adueñaban de su presente y decidió pasar sus últimas horas siendo una persona en paz consigo misma. Dejó las gafas de sol encima de la mesa y bajó a comprar el desayuno y se encontró con el casero a quien siempre había evitado y lo invitó a tomar un café. Hablaron, o mejor dicho, le dejó hablar, de su vida, de su divorcio, de la hija de su amigo y el escuchaba, sorprendiéndose de que pudiesen haber vidas tan ajenas a la suya. Ignorantes de la crueldad, ignorantes de cuerpos muertos flotando en un canal de Venecia, ignorantes del bello cuerpo de Helga tendido en el suelo de un hotel de Beirut.
Al mediodía llamó a la puerta de su vecina Daniela, por primera vez en su vida se sonrojó y se quedó sin palabras. Turbado, la invitó a cenar, simplemente se iba a ir de viaje y como le había caído bien pues…
Ella dudó. Desde el primer día que lo vio, Stefan le pareció un hombre que arrastraba un pasado oscuro, peligroso. A diferencia del pobre casero, ella supo ver. Pero quizás fuese la fascinación que en ella ejercía precisamente esta aura fatal que Stefan desprendía, quizás fuese simple curiosidad,  la cuestión es que aceptó. Sólo que ella cambió el plan. Precisamente esa noche ella y la vecina de delante, Asia, la hija del amigo del casero daban una fiesta en un local en donde se proyectaba el último capítulo de una serie en las que ambas participaban. No sería una cena convencional pero… Stefan aceptó.
Se lo pasaron muy bien, y de nuevo a él le asalto la sensación de que había vivido siempre en un mundo paralelo al real. Que el real estaba formado por Danielas, por caseros, por Asias, por gente desconocida, con sus trabajos y sus pequeñas o grandes alegrías y dramas cotidianos.
Él se despidió, Daniela le rogó se quedase un rato más, pero él dijo que tenía que preparar unos asuntos para el día siguiente y era verdad. Tenía que proteger. La besó en ambas mejillas, volvió a sentir el perfume que apreció el primer día que llegó al edificio, se despidió de Asia y, sorpresa, del casero que también había venido con un tipo que recordaba vagamente a Percy por su gran mostacho.
Llegó al apartamento y llamó a Carla.  Si ella se sorprendió, no dijo nada. Le dijo donde estaba y le pidió verse al día siguiente, fin de año, fin de una vida, en una playa de las afueras de Barcelona. Tenía que alejar a Carla de su más reciente pasado, alejarla del casero, de Asia, de Daniela…
Carla aceptó. Quedaron para comer, un restaurante precioso al lado del mar… a ambos les gustaba el mar.
Se acostó, con la satisfacción de tener todo bien atado. Por una vez en su vida, el alma muerta de  Stefan-Kurt se sintió liberada y los rostros de sus víctimas no se le aparecieron.
Al día siguiente dejó las llaves de su apartamento en el buzón del casero y cogió un taxi.
Llegó antes que Carla al restaurante, ella llegó poco después, vestía un abrigo de piel negro y cubría su cabeza con un gorro a conjunto. Dios, que bella estaba. Él se levanto para aproximarle la silla y ella le dedicó una sonrisa encantadora.
El tiempo se detuvo.
Hablaron  largo y tendido de lugares que habían compartido y conocido, nada de trabajo. Cualquiera que los hubiese visto habría creído que se trataba de dos viejos amigos que se reencontraban después de varios años sin verse. Y era verdad, amigo y amiga, víctima y verdugo al mismo tiempo.
Tomaron un café, pagaron y salieron a pasear por la playa completamente solitaria. La gente se había ido a sus casas para preparar la Nochevieja. La tarde caía en el horizonte, un año moría. Se miraron y se detuvieron.
Él hizo un gesto, pero ella fue más rápida, como siempre. Sonó un apagado “flop” y él perdió el equilibrio hacia atrás, dando con la espalda en el muro del antiguo malecón.
Se deslizo por el muro sin dejar de mirar a los hermosos ojos de Carla, mientras su espalda trazaba una línea roja en las ancianas piedras.
Ella había fallado, quizás le ocurrió lo que a él con Helga, un atisbo de  cariño le había hecho errar el disparo. Su muerte se retardaría un poco.
Ella se acercó y se disculpó por el dolor innecesario, -no hay dolor le dijo él, mintiendo a medias.
Carla cogió su mano derecha y desprendió la pistola que aún tenía aferrada y a medio sacar del bolsillo de su chaqueta. Al ver que no tenía el cargador puesto comprendió.
-Dios, Kurt -dijo bajando los párpados.
…Ya casi no dolía. Ella le había dicho - lo siento Kurt, ¿quieres que...?
-no, -él esbozó una mueca que pretendía ser una sonrisa-, déjalo, al fin y al cabo…no tiene importancia, estoy bien. Vete.
Ella le había besado  en los labios con una dulzura que él le desconocía y se sintió gratamente sorprendido. Por un momento, la playa había desaparecido y la arena volvía a ser la de un desierto donde hacía mil años se habían conocido…
Mi hermana, mi amante, mi arma, mi escudo, mi…muerte, Carla.

El hombre yace solo, apoyada la espalda contra el muro de un viejo malecón, sus ojos grises se pierden en la inmensidad del mar, un charco de sangre negra cada vez más grande se está formando a su lado, sonríe mientras en su interior le parece oír una canción que proviene de su infancia, de una isla lejana de donde huyó cuando era un crío.  Canción que viene a través del mar oscuro por encima las olas para besar sus ojos muertos.
 Por qué, Kurt, se sonríe, no es su verdadero nombre sino Stefano.

Tali un ochju lampatu à u mari latinu     
O una mani porsa à l'imperi à liventi
Un sognu maladettu d'eternu scarpiddinu
O una chjama antica chì più nimu n'ùn senti...
chì più nimu n'ùn sentí
Sintineddi

(Como una mirada extendida a un mar latino
O una mano puesta en el imperio de levante
Un sueño maldito de un eterno escultor
O una llama antigua que nadie más siente
Que nadie más siente
Centinelas)





                                                                          Epílogo
1/1/2014  9:55 A.M.
Última llamada para los Señores pasajeros del vuelo Air france 1449 con destino  al aeropuerto Charles de Gaulle de Paris diríjanse  a la puerta…para su embarque
Última llamad…
La hermosa mujer del abrigo negro subió al Airbus 380 y se dirigió inmediatamente a la bussines class  donde fue atendida por una amable azafata que la acompañó a su asiento.
-Perdone, dijo al hombre que ocupaba el asiento al lado del suyo, ¿le importaría cambiarme su sitio? Me gusta estar en el lado de la ventanilla.
El hombre la miró con una mirada bonachona  y levantando su voluminoso cuerpo la dejó pasar.- con mucho gusto- le dijo a través de su enorme mostacho.
El avión despegó. Solo cuando se apagaron las luces del despegue, él  habló.

-¿Fue duro, verdad?

-Sí. Creo que él lo esperaba, lo deseaba. Ni siquiera se defendió.

-mmm ya, te lo dije, Kurt se estaba volviendo débil, lo vi en su último trabajo y lo vi cuando estuve  con él. Cené con él para ver si podíamos atraerlo a nuestra causa pero había cambiado. Son cosas que se intuyen cuando llevas tanto tiempo como yo en este oficio. Quizás le afectó más de la cuenta lo de esa zorra de Helga. Nunca fue el mismo después de lo de Beirut. En fin, eliminado Kurt, “ellos” son presa fácil, Monique ha caído esta mañana, los muchachos de Amberes se han ocupado. Fassbender era el cerebro, Monique y Kurt la mano ejecutora. Ahora nada impide que tú y yo  dominemos este jodido mercado. En cuanto lleguemos a Paris montaremos la operación para destruir a los “otros” Tú y yo cariño, como en los viejos tiempos.
Carla acercó su bello rostro a la ventanilla, el sol brillaba en un cielo azul espléndido, no quería que él la viese derramar una furtiva lágrima por Kurt. Por Thomas. Por ella misma…
Se frotó la mejilla con el dorso de la mano y la lágrima desapareció. Miró a Percy con una fría sonrisa y dijo:

-Lo que tú digas papá.

Percy, maestro de asesinos, sonrió beatíficamente, cruzó sus regordetas manos sobre su enorme vientre y exclamó:

-¿sabes? Tendríamos que volar con Alitalia, no creo que estos gabachos tengan Lasaña en el menú.



dimecres, 1 de gener del 2014

CAZADORES Y PRESAS CAP VI

29-12-13  0:30 A.M. Apartamento 5º 2ª
Mi americana está tirada encima de la cama junto con la corbata…me siento en el sofá  ajado y me pongo cómodo. Un buen Armagnac me ayuda a suavizar mis ideas. El primer sorbo se desliza por mi garganta devolviéndome un poco de serenidad que tanto necesito, Carla…
Abro mi ordenador, mientras carga, pienso. Han pasado casi 48 horas desde que se dio la orden. Mis dos días prácticamente han expirado y sólo han dado tiempo para que Percy me advirtiera. Peor es nada.
Una cosa me preocupa enormemente, porqué Monique no me ha dicho nada, ¿no saben acaso?
Percy no ha hablado de “ellos” ni de Monique, sólo de los “otros” y Carla. Teóricamente “Ellos” juegan en mi equipo. Y no saben o no dicen nada. Me decido.
Mando un mail alpha a Monique, a una dirección que irónicamente llamábamos “the end”. Hago un breve resumen, obvio el nombre de Carla y la fuente, sólo que hay un negocio en marcha y que les afecta tanto como  a mí. Esto tendría que poner a cierta gente muy nerviosa. Codifico con un programa especial y envío.

Mi mensaje saliente se cruza con uno entrante, prioridad alpha también. Sin embargo no proviene de mi gente. Teóricamente me lo envía una empresa de venta de lencería por internet. Alguien tiene un particular sentido del humor.
Abro, y solo hay una copia de una página del Hamburger Abendblatt. De ayer. Página interior.”El famoso neurólogo doctor Günter Fassbender víctima de un ataque cardíaco en pleno congreso…”

-¡Mierda!

 Fassbender es, o era, la eminencia gris de “ellos”
La caza ha empezado.
Hamburgo, dos días, Carla, Percy…

Carla,  recuerdo cuando la vi por primera vez…
El viento azotaba ferozmente la jaima en donde me hallaba limpiando mi ak-47 después de unas prácticas de tiro. Se abrió de repente la cortina que hacía las veces de puerta y apareció Abdullah en medio de un torbellino de arena, llevando su eterno paraguas bajo el brazo derecho y a la niña más rubia que había visto en mi vida de su mano  izquierda.
Iba sucia y parecía que no se había cambiado de ropa en varios días. Debía haber llegado con el último transporte de provisiones. Estaba muy delgada, tendría unos doce o trece años…temblaba.Su mirada por el contrario, era vieja, de esa clase de vejez que sólo se adquiere con experiencias brutales. Pero vi una valentía y una decisión detrás de esa vejez que me impresionó. Nunca habló de qué infierno provenía, como yo nunca hablé a nadie del mío.

Abdullah habló, -inst´ucciones de Pe´cy –dijo.

Abdullah no pronunciaba las erres, no tenía dientes, alguien en Trípoli se entretuvo en arrancárselos…alguien a quien Percy mató lentamente  y de ahí su lealtad. Pero eso…es otra historia.

-cuídala Ku´t, Pe´cy quie´e que tu cuides niña. Do´mí aquí.

Yo apenas era tres o cuatro años mayor que ella pero comprendí porqué Percy no la puso en las otras tiendas. Ella y yo éramos unos críos y estábamos allí para aprender, incluso ella, como supe poco después, y no como juguetes sexuales de unos mercenarios obligados a mantener una abstinencia brutal por orden de Percy.

Porque los campamentos de Percy parecían más una orden monástica que otra cosa, incluso más adelante, cuando se nos seleccionó como asesinos y no como mercenarios y recibimos una educación cosmopolita, el tema sexo era tabú y las relaciones carnales entre nosotros penadas con la muerte.
Recuerdo que Ibrahim, nuestro profesor palestino de historia nos comparaba a los “Assassins” de Siria monjes ascetas asesinos que recibían su recompensa con cientos de Huríes después de alcanzar el sacrificio supremo.
Creo que eso sólo se lo creía él, pobre Ibrahim, no era mal tipo. Lo mató un dron predator en las montañas de Afganistán, junto con una docena de críos a quienes impartía clases en una aldea talibán sólo porqué se le ocurrió llamar a su madre anciana para felicitarla por su aniversario desde un móvil marcado por la NSA. Dudo que en el paraíso gozase mucho de sus Huríes, no quedó mucho de él.

Carla y yo congeniamos en seguida, dotada de un instinto animal y una agilidad sin límites, en la lucha cuerpo a cuerpo no tenía rival. Nunca pude vencerla, ni  con las manos ni con cuchillo, sólo la superaba en puntería.
 Un día me fracturó tres costillas, me dejó tendido en el suelo comiendo polvo y escupiendo sangre. Percy se acercó y agachándose a mi lado me dijo:

-Como te descuides mon ami, esta señorita te va a matar un día de estos…

Joder…quizás ese día no esté tan lejos ahora..

Después empezamos a ver mundo. El dinero no era problema, cinco años alternando las cada vez más cortas estancias en el desierto con largas temporadas en ciudades de todo el mundo, empezando con pequeños trabajos.
Entonces ocurrió.
Percy nos mandó a los dos a Venecia. Teníamos que "limitar las actividades definitivamente" de un honrado pero estúpido funcionario del Trésor Public  que dirigía el seguimiento de  ciertas operaciones internacionales  de gente muy importante a las que el gobierno francés habría puesto su veto de continuar con su labor. Se escondía en cierto palazzo protegido por hombres de la DGSE  Francesa. Profesionales que sabían hacer su trabajo. 
El resultado fue que el funcionario junto con dos de sus escoltas apareció flotando en el canale magiore para sorpresa de los pasajeros de un vaporetto que se hartaron de hacerles fotos como si de otra atracción se tratase.
Aunque estuvo en un tris de irse todo a la mierda,los de la DGSE eran tipos duros y casi se salen con la suya.
Por eso, llegados al piso franco, una euforia sin límites nos invadía, nos deshicimos  de nuestras ropas y peleamos por caber debajo de la ducha arrancando la ridícula cortina de plástico.
Habíamos visto nuestros cuerpos desnudos en infinidad de ocasiones, el desierto no permitía mucha intimidad. Pero eran los cuerpos de unos compañeros, máquinas, armas que podían salvarte la vida algún día.
Pero esa noche, después de haber escapado de la muerte por un escaso margen, el deseo nos invadió y hicimos el amor violentamente, de pie en una ducha que no cesaba de regar con su irregular chorro nuestros cuerpos enredados en una vieja cortina de plástico. Tropezamos con nuestro propio laberinto de piernas y brazos, nos caímos al suelo y sin soltarnos, nos arrastramos hasta la cama sin dejar de jadear y luchar por poseernos mutuamente.

Carla es bellísima, de una belleza fría. Sus cabellos rubios se tornaron casi albinos con la luz del desierto. Es alta, delgada pero de miembros duros como el acero. Sus pechos pequeños pero bien formados junto con sus caderas estrechas le dan cierto aire andrógino. Que compensa, si la ocasión lo requiere, con un estilo femenino de vestir exquisito.

Después de Venecia hicimos algunas misiones más juntos. Estambul, Viena, Orán, Praga… pero entonces se disolvió “el Grupo”.
Cuando lo de Helga, se ofreció para hacer el trabajo ella. No quise porqué era un asunto demasiado personal como para no zanjarlo yo mismo, pero se lo agradecí.

Luego se casó, dejó el trabajo. Su marido Thomas, un arqueólogo del Smithsonian  la cautivó, era un hombre completamente ajeno a su entorno y quizás le descubrió un mundo de civilizaciones y culturas que la apartó del suyo de muertes y sangre. Él nunca sospechó del pasado de Carla o simplemente la respetó y no preguntó.
Pero algo se torció. La reclamaron para un trabajo importante, era la mejor, se negó y su marido murió en un estúpido "accidente" mientras examinaba una tumba recién descubierta en el Valle de los reyes.

Entonces lo poco que quedaba de humanidad en Carla, desapareció. Recuperó la mirada de aquella niña que vino a mi jaima de la mano de Abdullah y los fantasmas de su celosamente guardado pasado acudieron en tropel a juntarse con el odio por la pérdida de su marido, licuándose en un substitutivo de  la sangre de sus venas.
Después de aquello la vi dos o tres veces, vidas que se entrecruzan en aeropuertos extraños, en frías estaciones de tren…

Mi Armagnac ya no es suficiente para esconder mi miedo.
Mi mano tiembla ligeramente al llenar de nuevo la copa, afuera una sirena de ambulancia anuncia involuntariamente la incertidumbre  que se avecina en mi vida.
 Luces en una ciudad extraña.
Monique no contesta, estoy solo.
Carla ha salido de caza.

Y yo soy su presa.

dilluns, 30 de desembre del 2013

de cena y hormigas cap V

                                                    
20:55 Bajo del taxi, mi americana holgada cubre suficientemente mi walther enfundada en la sobaquera bien ajustada.
No creo tener que utilizarla, si Percy me quisiese muerto, ya lo estaría. Pero Percy es como el ángel de la muerte, la precede y su presencia no augura nada bueno para mí.
Llego cinco minutos antes de lo acordado pero él ya está sentado en la mesa. El mundo en que nos movemos Percy, Monique y yo se compone de viejas constantes y desagradables sorpresas. Mi viejo Percy…

Me acerco y hace un ademán de levantarse pero no, requeriría demasiado esfuerzo mover esos ciento veinte quilos de lesa deshumanidad.
Me tiende la mano, eso sí, el apretón es fuerte y cálido, otra vieja constante, la desagradable sorpresa era que a veces venia seguido de un corte en la garganta o un disparo en el esternón.
No hay desagradable sorpresa esta vez, me invita a sentarme y me pasa la carta.
El escoge el vino, chianti, y lasaña,se sujeta la servilleta al cuello, siempre lasaña, yo no estoy por la labor, pido cualquier cosa menos lasaña, el se sonríe, conoce mi aversión, yo la aborrezco precisamente por qué él no come otra cosa. Asocio lasaña a Percy y a sus actos, sin embargo no odio a Percy, le respeto.
Nadie diría, viéndole con su cara sonrosada de tío-abuelo bonachón, su gran mostacho gris, que se tiene delante a un maestro de asesinos cuya fama, clandestina, va desde las arenas de Libia hasta las selvas de Camboya pasando por los cuarteles supersecretos de los zetas mexicanos. Percy, el afable, el despiadado… mi mentor, mi maestro.
Viene a mi memoria un campamento, en pleno desierto, tres días sin probar agua,campo de minas, luchas cuerpo a cuerpo, solo un cuchillo y el ansia de sobrevivir. Éramos diez ,  gente de las brigadas rojas, de la Meinhoff, algún vasco… solo sobrevivimos cuatro. Y Percy lo observaba todo sonriendo sosteniendo su rifle Sako y comiendo lasaña, mientras su fiel Abdullah le cubría la cabeza con un viejo paraguas.
Si alguien flaqueaba, simplemente le descerrajaba un tiro en el vientre, para que aprendiéramos los demás decía, mientras el desgraciado moría con las tripas fuera en medio de un dolor espantoso. Yo tenía dieciséis años.
Nos enseñó a resistir, dentro de lo razonable, un interrogatorio. El procedimiento habitual, electrodos en los genitales, hormigas del desierto, mondadientes bajo las uñas…
Percy,  había aparecido de la nada. Decían de él que era hijo de un oficial australiano de la legión extranjera francesa y de una mujer tuareg.Pertenecía a la vieja escuela, la de las leyendas como Bob Dennard, Mike O’hare y Cat Shannon. Había vivido más guerras de las que uno quería recordar. Pero supo ver venir el final y antes de dar con sus huesos en algún penal sudafricano, desapareció.
Volvió a la luz, es un decir, auspiciado por “ellos” y por los “otros” que hallaron en él el elemento que compendiaba, que aglutinaba todas sus necesidades a la hora de “resolver” ciertos “problemas” de una manera eficaz y definitiva.
Reclutó separadamente de entre sus antiguos alumnos a una pequeña legión de mortíferos asesinos a quienes se les denominó “el grupo “y les enseñó casi todo lo que el sabia. Yo fui uno de los más aventajados.
Luego algo pasó, se separó de los “ellos” y de los “otros”, creo que se le quedaron pequeños y añadió una tercera incógnita a la ecuación. O quizás simplemente se hartó.
El “grupo” se disolvió. Algunos nos quedamos en un lado y otros en el otro. Generalmente, nadie interfería en el trabajo de nadie. Teníamos nuestras esferas herméticas de actuación.

Y hoy cena conmigo.

Espera a que el camarero que ha traído los platos se haya ido i empieza a hablar.
-Kurt, ( mi verdadero nombre), mon ami, ( sorbo de chianti)sabes que te aprecio más que a ninguno de mis muchachos, eras el mejor y nunca te has metido en mierdas de cárteles ni drogas, sólo empresas y gobiernos, por eso te respeto.Siempre me he sentido orgulloso de ti.
Soy, - y es verdad- lo más parecido a un padre que has tenido nunca.(bocado de lasaña)

Come pulcra pero glotonamente más de la mitad de la lasaña sin terciar otra palabra.
Yo apenas pruebo unos espaguetis con calamares que inconscientemente he pedido. Preveo que la revelación vendrá con el último tercio de lasaña. Y así es.

-Me han contado una historia… (Empieza)
Otro pedacito de lasaña. Este no se ha rendido sin luchar y ha dejado un rastro de salsa en el enorme mostacho gris. Lo nota en seguida y murmurando una disculpa, se limpia con la servilleta delicadamente.

-La historia en sí no es nada del otro mundo, ya sabes, una persona desaparece, unos lloran, otros se alegran, pasa el tiempo y las aguas vuelven a su cauce con el curso ligeramente corregido. Al cabo de un tiempo se considera que quizás se precipitaron y que el río debe volver al curso original y ¡bueno! Hay que mover de nuevo unas cuantas fichas…

Empiezo a transpirar y el olor a sudor se mezcla con el del cuero de la pistolera, noto el duro contacto de la culata rozándome las costillas y una pequeña luz roja empieza a encenderse en mi interior.

-En tu última misión eliminaste al hombre equivocado. –Suelta como un eructo -

No digo nada, mis ojos se convierten en hielo y mi mundo se reduce.
-Oh, no mon ami, no fue culpa tuya. “Ellos” se equivocaron, bueno, quizás ni ellos, ja  ja  ja, -yo no le veía la puta gracia por ningún sitio-

-Ya sabes cómo funciona este negocio, al final, nadie sabe qué se ordena a quien. El problema es que hay alguien muy importante, por encima de “ellos” o de dentro, vete tú a saber, que está, mmmm borrando archivos por así decirlo. Y tú, mon vieux, eres uno de esos archivos.

Se instala un silencio entre los dos que aprovecha el para rematar su plato y beber de su copa.
Me mira a los ojos y le sostengo la mirada, ya no hay bondad en ellos, sólo escrutinio, está leyendo en  lo más hondo de mi cerebro, como lo hacía en Libia cuando Abdullah me golpeaba las plantas de los pies una y otra vez, una y otra vez y él me miraba fijamente, traspasando mi alma, como hoy, para ver hasta dónde...
Supongo que lo que ve le agrada, llama al camarero y vuelve la bondad a sus  ojos.

- Sfogliatelle per me, pídelo también tú, es un postre napolitano delicioso.

-¿Quién? Pregunto yo mirando mi plato aun lleno de calamares e  ignorando su recomendación, -a la mierda los sfogliatelle, los napolitanos y Percy… -¿Quién? Repito.

Me mira fijamente, es otra vez el Percy de Al-Jaghbub el que me está mirando. Un segundo, dos segundos, tres segundos…

-   Carla- y baja los ojos a su servilleta, como pidiendo perdón.

Ya no solo mis ojos son de hielo, mi garganta, mis entrañas, soy un bloque de hielo. Cualquiera menos Carla. Mi hermana, mi escudo, mi arma,mi compañera en el desierto, mi amante, Carla.

-¡Este trabajo es una mierda!-suelta de pronto arrancándose la servilleta del cuello- por eso he venido, a mi manera os quiero a los dos, vosotros dos dabais cien vueltas a los demás. Yo no he tenido nada que ver, no se me consultó, supongo que quién ha ordenado tu…retiro sabía de mi relación con los dos y han recurrido a los “otros”. El destino ha querido que yo me enterase. Y aquí estoy. Habrá sangre esta vez, Kurt, porque Carla va a por ti pero quienes te pasaron el trabajo están condenados también. Ya sabes … un ejecutivo aparece flotando en el Támesis, una directora de una orquesta se suicida cayendo de un décimo piso en la quinta avenida…Te juro que me importan una mierda, allá ellos con sus errores y que paguen, pero me parece injusto( una palabra que desconocía en Percy) que tu también estés en la lista.

-¿Cuándo? -Mi voz es apenas un susurro.

- la orden fue dada ayer, yo estaba en Paris y a la media hora de haber sido cursada yo ya lo sabía. Paris está cerca y creí que te lo debía.

-¿Quién te lo dijo- aunque ya sabía la respuesta-

-Carla. Me llamó, solo dijo, es Kurt y yo tengo que matarle, dos días, dile-.

-¿sabe  dónde estoy?

-No, otro en su lugar me habría seguido, pero no lo ha hecho, juega limpio, y te aseguro que a ella no le hubiese dado esquinazo. Me hago viejo mon ami.- y le creí- pero tratándose de Carla…yo no me confiaría.

Pienso, luego estoy vivo aún, hay una depredadora suelta dispuesta a cazarme, no le gusta pero pondrá todo su empeño en llevar a cabo su trabajo, es una profesional. Es la mejor, y prescindiendo, o al contrario, honrando antiguos afectos, me da dos días de ventaja.

Percy se levanta, cierra los ojos y me besa en la frente lentamente, un beso frío que sabe a muerte, a plomo, a paraguas de Abdullah, a hormigas rojas. Él no cree que pueda huir de Carla, se está despidiendo y sólo ha venido a Barcelona para cumplir con un extraño sentido del deber para conmigo.   
No le agradezco el aviso, tampoco lo espera. Parece que quiere decir algo más pero se retiene y se aleja en dirección a la salida. Desaparece su ancha espalda en la noche que hay más allá de los cristales de la puerta.

Pido la cuenta y pago
Percy nunca paga.