dilluns, 30 de desembre del 2013

de cena y hormigas cap V

                                                    
20:55 Bajo del taxi, mi americana holgada cubre suficientemente mi walther enfundada en la sobaquera bien ajustada.
No creo tener que utilizarla, si Percy me quisiese muerto, ya lo estaría. Pero Percy es como el ángel de la muerte, la precede y su presencia no augura nada bueno para mí.
Llego cinco minutos antes de lo acordado pero él ya está sentado en la mesa. El mundo en que nos movemos Percy, Monique y yo se compone de viejas constantes y desagradables sorpresas. Mi viejo Percy…

Me acerco y hace un ademán de levantarse pero no, requeriría demasiado esfuerzo mover esos ciento veinte quilos de lesa deshumanidad.
Me tiende la mano, eso sí, el apretón es fuerte y cálido, otra vieja constante, la desagradable sorpresa era que a veces venia seguido de un corte en la garganta o un disparo en el esternón.
No hay desagradable sorpresa esta vez, me invita a sentarme y me pasa la carta.
El escoge el vino, chianti, y lasaña,se sujeta la servilleta al cuello, siempre lasaña, yo no estoy por la labor, pido cualquier cosa menos lasaña, el se sonríe, conoce mi aversión, yo la aborrezco precisamente por qué él no come otra cosa. Asocio lasaña a Percy y a sus actos, sin embargo no odio a Percy, le respeto.
Nadie diría, viéndole con su cara sonrosada de tío-abuelo bonachón, su gran mostacho gris, que se tiene delante a un maestro de asesinos cuya fama, clandestina, va desde las arenas de Libia hasta las selvas de Camboya pasando por los cuarteles supersecretos de los zetas mexicanos. Percy, el afable, el despiadado… mi mentor, mi maestro.
Viene a mi memoria un campamento, en pleno desierto, tres días sin probar agua,campo de minas, luchas cuerpo a cuerpo, solo un cuchillo y el ansia de sobrevivir. Éramos diez ,  gente de las brigadas rojas, de la Meinhoff, algún vasco… solo sobrevivimos cuatro. Y Percy lo observaba todo sonriendo sosteniendo su rifle Sako y comiendo lasaña, mientras su fiel Abdullah le cubría la cabeza con un viejo paraguas.
Si alguien flaqueaba, simplemente le descerrajaba un tiro en el vientre, para que aprendiéramos los demás decía, mientras el desgraciado moría con las tripas fuera en medio de un dolor espantoso. Yo tenía dieciséis años.
Nos enseñó a resistir, dentro de lo razonable, un interrogatorio. El procedimiento habitual, electrodos en los genitales, hormigas del desierto, mondadientes bajo las uñas…
Percy,  había aparecido de la nada. Decían de él que era hijo de un oficial australiano de la legión extranjera francesa y de una mujer tuareg.Pertenecía a la vieja escuela, la de las leyendas como Bob Dennard, Mike O’hare y Cat Shannon. Había vivido más guerras de las que uno quería recordar. Pero supo ver venir el final y antes de dar con sus huesos en algún penal sudafricano, desapareció.
Volvió a la luz, es un decir, auspiciado por “ellos” y por los “otros” que hallaron en él el elemento que compendiaba, que aglutinaba todas sus necesidades a la hora de “resolver” ciertos “problemas” de una manera eficaz y definitiva.
Reclutó separadamente de entre sus antiguos alumnos a una pequeña legión de mortíferos asesinos a quienes se les denominó “el grupo “y les enseñó casi todo lo que el sabia. Yo fui uno de los más aventajados.
Luego algo pasó, se separó de los “ellos” y de los “otros”, creo que se le quedaron pequeños y añadió una tercera incógnita a la ecuación. O quizás simplemente se hartó.
El “grupo” se disolvió. Algunos nos quedamos en un lado y otros en el otro. Generalmente, nadie interfería en el trabajo de nadie. Teníamos nuestras esferas herméticas de actuación.

Y hoy cena conmigo.

Espera a que el camarero que ha traído los platos se haya ido i empieza a hablar.
-Kurt, ( mi verdadero nombre), mon ami, ( sorbo de chianti)sabes que te aprecio más que a ninguno de mis muchachos, eras el mejor y nunca te has metido en mierdas de cárteles ni drogas, sólo empresas y gobiernos, por eso te respeto.Siempre me he sentido orgulloso de ti.
Soy, - y es verdad- lo más parecido a un padre que has tenido nunca.(bocado de lasaña)

Come pulcra pero glotonamente más de la mitad de la lasaña sin terciar otra palabra.
Yo apenas pruebo unos espaguetis con calamares que inconscientemente he pedido. Preveo que la revelación vendrá con el último tercio de lasaña. Y así es.

-Me han contado una historia… (Empieza)
Otro pedacito de lasaña. Este no se ha rendido sin luchar y ha dejado un rastro de salsa en el enorme mostacho gris. Lo nota en seguida y murmurando una disculpa, se limpia con la servilleta delicadamente.

-La historia en sí no es nada del otro mundo, ya sabes, una persona desaparece, unos lloran, otros se alegran, pasa el tiempo y las aguas vuelven a su cauce con el curso ligeramente corregido. Al cabo de un tiempo se considera que quizás se precipitaron y que el río debe volver al curso original y ¡bueno! Hay que mover de nuevo unas cuantas fichas…

Empiezo a transpirar y el olor a sudor se mezcla con el del cuero de la pistolera, noto el duro contacto de la culata rozándome las costillas y una pequeña luz roja empieza a encenderse en mi interior.

-En tu última misión eliminaste al hombre equivocado. –Suelta como un eructo -

No digo nada, mis ojos se convierten en hielo y mi mundo se reduce.
-Oh, no mon ami, no fue culpa tuya. “Ellos” se equivocaron, bueno, quizás ni ellos, ja  ja  ja, -yo no le veía la puta gracia por ningún sitio-

-Ya sabes cómo funciona este negocio, al final, nadie sabe qué se ordena a quien. El problema es que hay alguien muy importante, por encima de “ellos” o de dentro, vete tú a saber, que está, mmmm borrando archivos por así decirlo. Y tú, mon vieux, eres uno de esos archivos.

Se instala un silencio entre los dos que aprovecha el para rematar su plato y beber de su copa.
Me mira a los ojos y le sostengo la mirada, ya no hay bondad en ellos, sólo escrutinio, está leyendo en  lo más hondo de mi cerebro, como lo hacía en Libia cuando Abdullah me golpeaba las plantas de los pies una y otra vez, una y otra vez y él me miraba fijamente, traspasando mi alma, como hoy, para ver hasta dónde...
Supongo que lo que ve le agrada, llama al camarero y vuelve la bondad a sus  ojos.

- Sfogliatelle per me, pídelo también tú, es un postre napolitano delicioso.

-¿Quién? Pregunto yo mirando mi plato aun lleno de calamares e  ignorando su recomendación, -a la mierda los sfogliatelle, los napolitanos y Percy… -¿Quién? Repito.

Me mira fijamente, es otra vez el Percy de Al-Jaghbub el que me está mirando. Un segundo, dos segundos, tres segundos…

-   Carla- y baja los ojos a su servilleta, como pidiendo perdón.

Ya no solo mis ojos son de hielo, mi garganta, mis entrañas, soy un bloque de hielo. Cualquiera menos Carla. Mi hermana, mi escudo, mi arma,mi compañera en el desierto, mi amante, Carla.

-¡Este trabajo es una mierda!-suelta de pronto arrancándose la servilleta del cuello- por eso he venido, a mi manera os quiero a los dos, vosotros dos dabais cien vueltas a los demás. Yo no he tenido nada que ver, no se me consultó, supongo que quién ha ordenado tu…retiro sabía de mi relación con los dos y han recurrido a los “otros”. El destino ha querido que yo me enterase. Y aquí estoy. Habrá sangre esta vez, Kurt, porque Carla va a por ti pero quienes te pasaron el trabajo están condenados también. Ya sabes … un ejecutivo aparece flotando en el Támesis, una directora de una orquesta se suicida cayendo de un décimo piso en la quinta avenida…Te juro que me importan una mierda, allá ellos con sus errores y que paguen, pero me parece injusto( una palabra que desconocía en Percy) que tu también estés en la lista.

-¿Cuándo? -Mi voz es apenas un susurro.

- la orden fue dada ayer, yo estaba en Paris y a la media hora de haber sido cursada yo ya lo sabía. Paris está cerca y creí que te lo debía.

-¿Quién te lo dijo- aunque ya sabía la respuesta-

-Carla. Me llamó, solo dijo, es Kurt y yo tengo que matarle, dos días, dile-.

-¿sabe  dónde estoy?

-No, otro en su lugar me habría seguido, pero no lo ha hecho, juega limpio, y te aseguro que a ella no le hubiese dado esquinazo. Me hago viejo mon ami.- y le creí- pero tratándose de Carla…yo no me confiaría.

Pienso, luego estoy vivo aún, hay una depredadora suelta dispuesta a cazarme, no le gusta pero pondrá todo su empeño en llevar a cabo su trabajo, es una profesional. Es la mejor, y prescindiendo, o al contrario, honrando antiguos afectos, me da dos días de ventaja.

Percy se levanta, cierra los ojos y me besa en la frente lentamente, un beso frío que sabe a muerte, a plomo, a paraguas de Abdullah, a hormigas rojas. Él no cree que pueda huir de Carla, se está despidiendo y sólo ha venido a Barcelona para cumplir con un extraño sentido del deber para conmigo.   
No le agradezco el aviso, tampoco lo espera. Parece que quiere decir algo más pero se retiene y se aleja en dirección a la salida. Desaparece su ancha espalda en la noche que hay más allá de los cristales de la puerta.

Pido la cuenta y pago
Percy nunca paga.


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