26-diciembre-2013
El taxi se detiene en doble fila, si hay algo que odie en
esta vida son las lasañas y las ciudades y su tráfico. Aunque la mayor parte de
mi trabajo se desarrolle en ellas.
Pago al incomprensible pakistaní, que podría haber sido mudo
y nos hubiésemos entendido igual, y a su inútil gps por un viaje que se me
antojó errático desde el aeropuerto.
Antes de entrar, compruebo el número del edificio, el 252 de
la calle… correcto. Es un número viejo, como de latón envejecido. No hay portero
electrónico ni humano tampoco, bien.
“Ellos” dejaron las llaves y la dirección en la consigna
indicada. Siempre es así, un sms con las instrucciones y ya está.
En realidad “ellos” dijeron que me lo tomara como una especie
de vacaciones. Estaban contentos con mi trabajo, pero me convenía y les
convenía que yo desapareciese por un tiempo. No pregunté por qué, me lo
imaginaba, pero en mi oficio es mejor no preguntar. Duras más. Es una cuestión
de salud.
No conozco Barcelona ni ella me conoce a mí. Razón a favor
para escogerla para mi temporal retiro. Helsinki era otra opción, pero la
descarté, nunca me ha gustado la nieve.
Me sorprende desagradablemente el aire frio y húmedo al bajar
del taxi que golpea mi calva, levanto mis gafas de sol para adentrarme en el
oscuro portal protegido por una verja de hierro que presenta una falta de
pintura evidente.
5º segunda…sin ascensor, bueno, siempre me ha gustado subir
escaleras. Rellanos mal iluminados, realmente, sin llegar a decrépito, el
aspecto del edificio es en si un poco…decadente. Me gusta.
Alguien baja, un hombre, le oigo murmurar.
-
Podría haberme devuelto la fiambrera al menos…(
el resto es incomprensible)
Nos
cruzamos en el rellano del cuarto, no miro sus ojos, pero presiento que él me
mira.
Sigo
subiendo, lo olvido.
Llego
delante de mi puerta y antes de abrirla, llama Monique. Siempre es Monique.
No
contesto, ella habla, siempre es así. “Ellos” saben así que he llegado bien.
Monique
cuelga, no dice adiós, nunca dice adiós.
La
cerradura se resiste, hace tiempo que nadie la ha abierto, estoy cansado del
viaje, ya no eres un crio S… me reconozco.
Antes
de entrar, me detengo, ¿y ese olor?
Dos
segundos y mi mente identifica, humo, sexo
y restos de perfume que provienen del sexto. Quizás arrastrados por el
desconocido de la fiambrera.
Después
de todo, me merezco unas vacaciones.
Entro
y cierro la puerta.
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