dimecres, 1 de gener del 2014

CAZADORES Y PRESAS CAP VI

29-12-13  0:30 A.M. Apartamento 5º 2ª
Mi americana está tirada encima de la cama junto con la corbata…me siento en el sofá  ajado y me pongo cómodo. Un buen Armagnac me ayuda a suavizar mis ideas. El primer sorbo se desliza por mi garganta devolviéndome un poco de serenidad que tanto necesito, Carla…
Abro mi ordenador, mientras carga, pienso. Han pasado casi 48 horas desde que se dio la orden. Mis dos días prácticamente han expirado y sólo han dado tiempo para que Percy me advirtiera. Peor es nada.
Una cosa me preocupa enormemente, porqué Monique no me ha dicho nada, ¿no saben acaso?
Percy no ha hablado de “ellos” ni de Monique, sólo de los “otros” y Carla. Teóricamente “Ellos” juegan en mi equipo. Y no saben o no dicen nada. Me decido.
Mando un mail alpha a Monique, a una dirección que irónicamente llamábamos “the end”. Hago un breve resumen, obvio el nombre de Carla y la fuente, sólo que hay un negocio en marcha y que les afecta tanto como  a mí. Esto tendría que poner a cierta gente muy nerviosa. Codifico con un programa especial y envío.

Mi mensaje saliente se cruza con uno entrante, prioridad alpha también. Sin embargo no proviene de mi gente. Teóricamente me lo envía una empresa de venta de lencería por internet. Alguien tiene un particular sentido del humor.
Abro, y solo hay una copia de una página del Hamburger Abendblatt. De ayer. Página interior.”El famoso neurólogo doctor Günter Fassbender víctima de un ataque cardíaco en pleno congreso…”

-¡Mierda!

 Fassbender es, o era, la eminencia gris de “ellos”
La caza ha empezado.
Hamburgo, dos días, Carla, Percy…

Carla,  recuerdo cuando la vi por primera vez…
El viento azotaba ferozmente la jaima en donde me hallaba limpiando mi ak-47 después de unas prácticas de tiro. Se abrió de repente la cortina que hacía las veces de puerta y apareció Abdullah en medio de un torbellino de arena, llevando su eterno paraguas bajo el brazo derecho y a la niña más rubia que había visto en mi vida de su mano  izquierda.
Iba sucia y parecía que no se había cambiado de ropa en varios días. Debía haber llegado con el último transporte de provisiones. Estaba muy delgada, tendría unos doce o trece años…temblaba.Su mirada por el contrario, era vieja, de esa clase de vejez que sólo se adquiere con experiencias brutales. Pero vi una valentía y una decisión detrás de esa vejez que me impresionó. Nunca habló de qué infierno provenía, como yo nunca hablé a nadie del mío.

Abdullah habló, -inst´ucciones de Pe´cy –dijo.

Abdullah no pronunciaba las erres, no tenía dientes, alguien en Trípoli se entretuvo en arrancárselos…alguien a quien Percy mató lentamente  y de ahí su lealtad. Pero eso…es otra historia.

-cuídala Ku´t, Pe´cy quie´e que tu cuides niña. Do´mí aquí.

Yo apenas era tres o cuatro años mayor que ella pero comprendí porqué Percy no la puso en las otras tiendas. Ella y yo éramos unos críos y estábamos allí para aprender, incluso ella, como supe poco después, y no como juguetes sexuales de unos mercenarios obligados a mantener una abstinencia brutal por orden de Percy.

Porque los campamentos de Percy parecían más una orden monástica que otra cosa, incluso más adelante, cuando se nos seleccionó como asesinos y no como mercenarios y recibimos una educación cosmopolita, el tema sexo era tabú y las relaciones carnales entre nosotros penadas con la muerte.
Recuerdo que Ibrahim, nuestro profesor palestino de historia nos comparaba a los “Assassins” de Siria monjes ascetas asesinos que recibían su recompensa con cientos de Huríes después de alcanzar el sacrificio supremo.
Creo que eso sólo se lo creía él, pobre Ibrahim, no era mal tipo. Lo mató un dron predator en las montañas de Afganistán, junto con una docena de críos a quienes impartía clases en una aldea talibán sólo porqué se le ocurrió llamar a su madre anciana para felicitarla por su aniversario desde un móvil marcado por la NSA. Dudo que en el paraíso gozase mucho de sus Huríes, no quedó mucho de él.

Carla y yo congeniamos en seguida, dotada de un instinto animal y una agilidad sin límites, en la lucha cuerpo a cuerpo no tenía rival. Nunca pude vencerla, ni  con las manos ni con cuchillo, sólo la superaba en puntería.
 Un día me fracturó tres costillas, me dejó tendido en el suelo comiendo polvo y escupiendo sangre. Percy se acercó y agachándose a mi lado me dijo:

-Como te descuides mon ami, esta señorita te va a matar un día de estos…

Joder…quizás ese día no esté tan lejos ahora..

Después empezamos a ver mundo. El dinero no era problema, cinco años alternando las cada vez más cortas estancias en el desierto con largas temporadas en ciudades de todo el mundo, empezando con pequeños trabajos.
Entonces ocurrió.
Percy nos mandó a los dos a Venecia. Teníamos que "limitar las actividades definitivamente" de un honrado pero estúpido funcionario del Trésor Public  que dirigía el seguimiento de  ciertas operaciones internacionales  de gente muy importante a las que el gobierno francés habría puesto su veto de continuar con su labor. Se escondía en cierto palazzo protegido por hombres de la DGSE  Francesa. Profesionales que sabían hacer su trabajo. 
El resultado fue que el funcionario junto con dos de sus escoltas apareció flotando en el canale magiore para sorpresa de los pasajeros de un vaporetto que se hartaron de hacerles fotos como si de otra atracción se tratase.
Aunque estuvo en un tris de irse todo a la mierda,los de la DGSE eran tipos duros y casi se salen con la suya.
Por eso, llegados al piso franco, una euforia sin límites nos invadía, nos deshicimos  de nuestras ropas y peleamos por caber debajo de la ducha arrancando la ridícula cortina de plástico.
Habíamos visto nuestros cuerpos desnudos en infinidad de ocasiones, el desierto no permitía mucha intimidad. Pero eran los cuerpos de unos compañeros, máquinas, armas que podían salvarte la vida algún día.
Pero esa noche, después de haber escapado de la muerte por un escaso margen, el deseo nos invadió y hicimos el amor violentamente, de pie en una ducha que no cesaba de regar con su irregular chorro nuestros cuerpos enredados en una vieja cortina de plástico. Tropezamos con nuestro propio laberinto de piernas y brazos, nos caímos al suelo y sin soltarnos, nos arrastramos hasta la cama sin dejar de jadear y luchar por poseernos mutuamente.

Carla es bellísima, de una belleza fría. Sus cabellos rubios se tornaron casi albinos con la luz del desierto. Es alta, delgada pero de miembros duros como el acero. Sus pechos pequeños pero bien formados junto con sus caderas estrechas le dan cierto aire andrógino. Que compensa, si la ocasión lo requiere, con un estilo femenino de vestir exquisito.

Después de Venecia hicimos algunas misiones más juntos. Estambul, Viena, Orán, Praga… pero entonces se disolvió “el Grupo”.
Cuando lo de Helga, se ofreció para hacer el trabajo ella. No quise porqué era un asunto demasiado personal como para no zanjarlo yo mismo, pero se lo agradecí.

Luego se casó, dejó el trabajo. Su marido Thomas, un arqueólogo del Smithsonian  la cautivó, era un hombre completamente ajeno a su entorno y quizás le descubrió un mundo de civilizaciones y culturas que la apartó del suyo de muertes y sangre. Él nunca sospechó del pasado de Carla o simplemente la respetó y no preguntó.
Pero algo se torció. La reclamaron para un trabajo importante, era la mejor, se negó y su marido murió en un estúpido "accidente" mientras examinaba una tumba recién descubierta en el Valle de los reyes.

Entonces lo poco que quedaba de humanidad en Carla, desapareció. Recuperó la mirada de aquella niña que vino a mi jaima de la mano de Abdullah y los fantasmas de su celosamente guardado pasado acudieron en tropel a juntarse con el odio por la pérdida de su marido, licuándose en un substitutivo de  la sangre de sus venas.
Después de aquello la vi dos o tres veces, vidas que se entrecruzan en aeropuertos extraños, en frías estaciones de tren…

Mi Armagnac ya no es suficiente para esconder mi miedo.
Mi mano tiembla ligeramente al llenar de nuevo la copa, afuera una sirena de ambulancia anuncia involuntariamente la incertidumbre  que se avecina en mi vida.
 Luces en una ciudad extraña.
Monique no contesta, estoy solo.
Carla ha salido de caza.

Y yo soy su presa.

4 comentaris:

  1. Vaja, l'altra dia una rossa es va interesar pel 5e1a i al final no m'ha tornat a trucar. Es deia Carlota. Vigila Stefan q potser era ella...

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  2. Jaja ...no era ella...ja estariem morts els dos

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  3. Lo de pronunciar las r és especialment divertit ca'les

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  4. opino el mateix que en Xiki, a part de que tot és genial, les erres m'han "divertit especialment"!! jaja
    Geo'gina :)

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