El hombre al que le quedaban tres minutos de vida se acomodó
con la espalda contra el muro en donde un trazo de sangre indicaba cómo se
había deslizado hasta sentarse en la arena. Vio como ella se alejaba sin mirar atrás, recortando
su silueta contra el sol que se acostaba en ese último día del año detrás del
horizonte de un mar tan suyo, en una playa desconocida.
Ya casi no dolía. Ella le había dicho - lo siento Kurt, ¿quieres
que...?
-no, -él esbozó una mueca que pretendía ser una sonrisa-,
déjalo, al fin y al cabo…no tiene importancia, estoy bien.Vete.
Ella le había besado en los labios con una dulzura que él le desconocía
y se sintió gratamente sorprendido. Por un momento, la playa había desaparecido
y la arena volvía a ser la de un desierto donde hacía mil años se habían conocido…
Mi hermana, mi amante, mi arma, mi escudo, mi…muerte, Carla.
Contempló con los ojos vidriosos el atardecer y vino a su
mente todo lo que había hecho en sus últimos días, su llegada a Barcelona, el
apartamento, Daniela, la cena con Percy, el miedo, la aceptación final de que
con Carla no había escapatoria posible. Que no valía la pena huir, estaba harto
de huir, de huir de la policía, de los “otros”, de sí mismo…
La última llamada de Monique le convenció que todo se
acababa, llamó ayer asustada, por la mañana, simplemente dijo que estaban
cayendo todos, que nadie sabía, que incluso ella…
Y le dijo -adiós Kurt- y Monique nunca decía adiós. Por eso,
sonó a definitivo, a sentencia de muerte para los dos.
Entonces él se serenó, comprendió que las sombras se
adueñaban de su presente y decidió pasar sus últimas horas siendo una persona
en paz consigo misma. Dejó las gafas de sol encima de la mesa y bajó a comprar
el desayuno y se encontró con el casero a quien siempre había evitado y lo
invitó a tomar un café. Hablaron, o mejor dicho, le dejó hablar, de su vida, de
su divorcio, de la hija de su amigo y el escuchaba, sorprendiéndose de que
pudiesen haber vidas tan ajenas a la suya. Ignorantes de la crueldad,
ignorantes de cuerpos muertos flotando en un canal de Venecia, ignorantes del
bello cuerpo de Helga tendido en el suelo de un hotel de Beirut.
Al mediodía llamó a la puerta de su vecina Daniela, por
primera vez en su vida se sonrojó y se quedó sin palabras. Turbado, la invitó a
cenar, simplemente se iba a ir de viaje y como le había caído bien pues…
Ella dudó. Desde el primer día que lo vio, Stefan le pareció
un hombre que arrastraba un pasado oscuro, peligroso. A diferencia del pobre
casero, ella supo ver. Pero quizás fuese la fascinación que en ella ejercía precisamente
esta aura fatal que Stefan desprendía, quizás fuese simple curiosidad, la cuestión es que aceptó. Sólo que ella cambió
el plan. Precisamente esa noche ella y la vecina de delante, Asia, la hija del
amigo del casero daban una fiesta en un local en donde se proyectaba el último
capítulo de una serie en las que ambas participaban. No sería una cena
convencional pero… Stefan aceptó.
Se lo pasaron muy bien, y de nuevo a él le asalto la
sensación de que había vivido siempre en un mundo paralelo al real. Que el real
estaba formado por Danielas, por caseros, por Asias, por gente desconocida, con
sus trabajos y sus pequeñas o grandes alegrías y dramas cotidianos.
Él se despidió, Daniela le rogó se quedase un rato más, pero
él dijo que tenía que preparar unos asuntos para el día siguiente y era verdad.
Tenía que proteger. La besó en ambas mejillas, volvió a sentir el perfume que
apreció el primer día que llegó al edificio, se despidió de Asia y, sorpresa,
del casero que también había venido con un tipo que recordaba vagamente a Percy
por su gran mostacho.
Llegó al apartamento y llamó a Carla. Si ella se sorprendió, no dijo nada. Le dijo
donde estaba y le pidió verse al día siguiente, fin de año, fin de una vida, en
una playa de las afueras de Barcelona. Tenía que alejar a Carla de su más
reciente pasado, alejarla del casero, de Asia, de Daniela…
Carla aceptó. Quedaron para comer, un restaurante precioso
al lado del mar… a ambos les gustaba el mar.
Se acostó, con la satisfacción de tener todo bien atado. Por
una vez en su vida, el alma muerta de
Stefan-Kurt se sintió liberada y los rostros de sus víctimas no se le
aparecieron.
Al día siguiente dejó las llaves de su apartamento en el
buzón del casero y cogió un taxi.
Llegó antes que Carla al restaurante, ella llegó poco
después, vestía un abrigo de piel negro y cubría su cabeza con un gorro a
conjunto. Dios, que bella estaba. Él se levanto para aproximarle la silla y
ella le dedicó una sonrisa encantadora.
El tiempo se detuvo.
Hablaron largo y
tendido de lugares que habían compartido y conocido, nada de trabajo.
Cualquiera que los hubiese visto habría creído que se trataba de dos viejos
amigos que se reencontraban después de varios años sin verse. Y era verdad,
amigo y amiga, víctima y verdugo al mismo tiempo.
Tomaron un café, pagaron y salieron a pasear por la playa completamente
solitaria. La gente se había ido a sus casas para preparar la Nochevieja. La tarde
caía en el horizonte, un año moría. Se miraron y se detuvieron.
Él hizo un gesto, pero ella fue más rápida, como siempre. Sonó
un apagado “flop” y él perdió el equilibrio hacia atrás, dando con la espalda
en el muro del antiguo malecón.
Se deslizo por el muro sin dejar de mirar a los hermosos
ojos de Carla, mientras su espalda trazaba una línea roja en las ancianas
piedras.
Ella había fallado, quizás le ocurrió lo que a él con Helga,
un atisbo de cariño le había hecho errar
el disparo. Su muerte se retardaría un poco.
Ella se acercó y se disculpó por el dolor innecesario, -no
hay dolor le dijo él, mintiendo a medias.
Carla cogió su mano derecha y desprendió la pistola que aún tenía
aferrada y a medio sacar del bolsillo de su chaqueta. Al ver que no tenía el
cargador puesto comprendió.
-Dios, Kurt -dijo bajando los párpados.
…Ya casi no dolía. Ella le había dicho - lo siento Kurt, ¿quieres
que...?
-no, -él esbozó una mueca que pretendía ser una sonrisa-,
déjalo, al fin y al cabo…no tiene importancia, estoy bien. Vete.
Ella le había besado en los labios con una dulzura que él le desconocía
y se sintió gratamente sorprendido. Por un momento, la playa había desaparecido
y la arena volvía a ser la de un desierto donde hacía mil años se habían conocido…
Mi hermana, mi amante, mi arma, mi escudo, mi…muerte, Carla.
El hombre yace solo, apoyada la espalda contra el muro de un
viejo malecón, sus ojos grises se pierden en la inmensidad del mar, un charco
de sangre negra cada vez más grande se está formando a su lado, sonríe mientras
en su interior le parece oír una canción que proviene de su infancia, de una
isla lejana de donde
huyó cuando era un crío. Canción que
viene a través del mar oscuro por encima las olas para besar sus ojos muertos.
Por qué, Kurt, se sonríe,
no es su verdadero nombre sino Stefano.
Tali un ochju lampatu à u mari latinu
O una mani porsa à l'imperi à liventi
Un sognu maladettu d'eternu scarpiddinu
O una chjama antica chì più nimu n'ùn senti...
chì più nimu n'ùn sentí
O una mani porsa à l'imperi à liventi
Un sognu maladettu d'eternu scarpiddinu
O una chjama antica chì più nimu n'ùn senti...
chì più nimu n'ùn sentí
Sintineddi
(Como una mirada extendida a un mar latino
O una mano puesta en el imperio de levante
Un sueño maldito de un eterno escultor
O una llama antigua que nadie más siente
Que nadie más siente
Centinelas)
Epílogo
1/1/2014 9:55 A.M.
Última llamada
para los Señores pasajeros del vuelo Air france 1449 con destino al aeropuerto Charles de Gaulle de Paris diríjanse
a la puerta…para su embarque
Última llamad…
La hermosa mujer
del abrigo negro subió al Airbus 380 y se dirigió inmediatamente a la bussines
class donde fue atendida por una amable
azafata que la acompañó a su asiento.
-Perdone, dijo al
hombre que ocupaba el asiento al lado del suyo, ¿le importaría cambiarme su sitio?
Me gusta estar en el lado de la ventanilla.
El hombre la miró
con una mirada bonachona y levantando su
voluminoso cuerpo la dejó pasar.- con mucho gusto- le dijo a través de su
enorme mostacho.
El avión despegó.
Solo cuando se apagaron las luces del despegue, él habló.
-¿Fue duro,
verdad?
-Sí. Creo que él
lo esperaba, lo deseaba. Ni siquiera se defendió.
-mmm ya, te lo
dije, Kurt se estaba volviendo débil, lo vi en su último trabajo y lo vi cuando
estuve con él. Cené con él para ver si podíamos
atraerlo a nuestra causa pero había cambiado. Son cosas que se intuyen cuando
llevas tanto tiempo como yo en este oficio. Quizás le afectó más de la cuenta
lo de esa zorra de Helga. Nunca fue el mismo después de lo de Beirut. En fin,
eliminado Kurt, “ellos” son presa fácil, Monique ha caído esta mañana, los
muchachos de Amberes se han ocupado. Fassbender era el cerebro, Monique y Kurt
la mano ejecutora. Ahora nada impide que tú y yo dominemos este jodido mercado. En cuanto
lleguemos a Paris montaremos la operación para destruir a los “otros” Tú y yo
cariño, como en los viejos tiempos.
Carla acercó su
bello rostro a la ventanilla, el sol brillaba en un cielo azul espléndido, no quería
que él la viese derramar una furtiva lágrima por Kurt. Por Thomas. Por ella
misma…
Se frotó la
mejilla con el dorso de la mano y la lágrima desapareció. Miró a Percy con una fría
sonrisa y dijo:
-Lo que tú digas
papá.
Percy, maestro de
asesinos, sonrió beatíficamente, cruzó sus regordetas manos sobre su enorme
vientre y exclamó:
-¿sabes? Tendríamos
que volar con Alitalia, no creo que estos gabachos tengan Lasaña en el menú.
Fantastic, genial. Una pena no continui...
ResponEliminaOstres. Gràcies xiki !
ResponElimina