Lázaro. Cap. VIII
Levántate y sal fuera
San Juan 11 vers.43
Un dolor intenso e
inmediato se abre paso a través de la oscuridad en que estoy inmerso.
Intento abrir los ojos pero no puedo. Como si
una losa les aplastara, mis párpados se resisten a obedecer..
Floto aparentemente
en una ingravidez extraña, ligeras sacudidas agitan lo que creo mi entorno.
¿Qué es ese
zumbido? Alguien me toca un brazo. El dolor aumenta, va y viene en oleadas salvajes
recorriendo todo mi cuerpo. Pero no puedo moverme.
Una rendija de luz
se filtra por entre mis pestañas quemando mi retina. Aún así, me aferro a esa hiriente luz como un náufrago a
una balsa.
Unas voces se
superponen al zumbido. Hablan entre ellos pero no los entiendo. ¿Donde cojones estoy?
Lo conseguí,
rostros cerca de mí, mezclados, difuminados en una lechosa claridad.
¿Estoy en el cielo?
¿O en el infierno? ¿Son ángeles o demonios quienes se acercan a mi cara?
Ángeles con rostro de…¿Monique?
De Monique con media cara vendada? ¿Y el otro rostro? ¿Dimitri?
Definitivamente, estoy en el infierno y los demonios revolotean a mi alrededor.
Me hablan, noto su
aliento en mi piel, pero sigo sin entender que me están diciendo. Cierro los ojos,
la fatiga y el dolor me vencen. A medida que me sumerjo en la inconsciencia
otra vez, me persigue una risotada como un eco de Dimitri. Infierno, seguro.
Oscuridad…
…
Despierto al cabo
de lo que me parecen haber sido mil años o un instante. El zumbido ha
desaparecido, tengo frio, algo de dolor. Los ojos ya no me pesan. Permanezco
quieto, antes de obligarme a despertar intento razonar donde estoy.
Por primera vez,
tengo la sensación de estar echado en una verdadera cama. Me atrevo a mirar.
Estoy en una habitación grande prácticamente vacía, no puedo mover ni un
músculo a excepción de mis ojos, estoy demasiado débil aún. Paredes limpias y
blancas como la nieve, sin muebles excepto un aparato médico que no reconozco, situado
a mi lado lleno de botellas y una pantalla con multitud de números y símbolos
que no logro enfocar. La luz proviene lateralmente, de un ventanal abierto. Un
viento suave mece una cortina de lino blanco. Sólo puedo adivinar un jardín
detrás de esa ventana. Olores de hierba húmeda recién cortada, voy recuperando
mis sentidos.
Tengo la boca
horriblemente pastosa y con un sabor ferroso. Intento articular algún sonido
pero fracaso.
Más imágenes, una
playa, un sol poniéndose…una figura desapareciendo entre la creciente
oscuridad. Carla. Entonces recuerdo a medias quién soy.
-¡Doktor, doktor,
eto probuzhdeniye!
¿Quién ha dicho
esto? Una voz de mujer. Una sombra alta y blanca pasa a mi lado y manipula algo
que no llego a ver.
Me doy cuenta que
de mi brazo salen multitud de tubos, de mi nariz incluso, un hospital? Carla, disparo, mar, Barcelona,
el desierto…
Vuelvo a caer,
pensar me fatiga. Intento vaciar mi mente. Mi instinto de supervivencia
canaliza mis exiguas fuerzas a
mantenerme con vida y ralentiza mi mente.
Carla, la playa,
desierto…Daniella, Percy,un perro lamiendo un charco de sangre... se me mezclan
imágenes y nombres que no situo.
Voy a dormirme otra
vez mientras me convierto en un niño de siete años al que su nonna le lee fragmentos de la biblia antes de acostarse.
-e Gesù è venuto e
ha detto
-Lazzaro, alzati e
cammina
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