Monique
Sochi, costa del Mar Negro, Mil años después…o eso parece.
Mi recuperación avanza. Monique está sentada en una tumbona
al lado de la mía mientras, a nuestros pies, un jardinero ajeno completamente a nosotros
trabaja en el hermoso jardín de la villa que Dimitri Lébedev posee a las
afueras de Sochi. Estamos en una terraza que mira a un bello atardecer en el
mar negro. Es primavera.
Pero ni Monique ni yo somos conscientes de tal belleza, la
ignoramos mientras desgranamos nuestros recuerdos, cotejamos información y
intentamos saber de qué coño va esto y qué cojones ha sucedido y lo más
importante, qué vamos a hacer a partir de ahora.
Monique cuenta su historia.
Tras la muerte de Fassbender en Hamburgo se dispararon las
alarmas en Amberes. Amberes era, por así decirlo, nuestra oficina central, bajo
la estricta dirección de Monique i Laura su lugarteniente y amante.
Nuestros contactos en Hamburgo confirmaron en seguida la sospecha
de que no había sido un simple ataque cardíaco y que se olía una caza como
nunca había sucedido.
-Prácticamente no tuvimos tiempo de reaccionar-dice Monique,
mientras una mueca de dolor profundo cruza por su quemado rostro.
-Empezaron a no responder los teléfonos de emergencia, solo
a ti pude llamarte, pero Hanna, Klaus, Diego…y todos los demás se perdieron el
primer día.
- Estambul a la mañana siguiente, joder…con lo que costó
aquello!
No digo nada, escucho como sus demonios cobran forma a medida
que sus palabras salen de su boca.
-Laura- Continúa con un rictus de tristeza en los labios-
creyó que lo mejor era que nos fuésemos a Santuario en Costa rica
inmediatamente, y dios mío, no le hice caso. Le dije que debíamos esperar que
quizás no todo estuviera perdido. Que quizás alguna célula habría escapado, no
sé, tú, Argel, o quizás Shangai…Nos cazaron a todos…
-¿Que ocurrió en Amberes Monique?- pregunto con un hilo de
voz.
-Nos íbamos ya, teníamos el coche en la calle en marcha,
habíamos destruido todos los documentos posibles, Laura ya había subido al
coche cuando se acordó que se había
dejado un pendrive importante, maldita sea, encima de mi mesa. Volvió a entrar y…entonces
vi la furgoneta. Estaba aparcada a unos cincuenta metros de nuestra entrada. Al
conductor no lo reconocí pero su acompañante, era Dubois. Ya sabes…
-Sí- ya sé- Dubois, ex capitán Louis Fernidand Dubois, un hijo de puta frio
como el hielo, experto en explosivos expulsado discretamente y con deshonor de
l’armée por sus contactos con Action Directe y actualmente bombardero free
lance.Tendrian que haberlo encerrado de
por vida en Guayana pero algo sabia de alguien que lo impidió. Ahora campaba a sus anchas por
los bajos fondos de Paris, siempre dispuesto a aceptar un encargo, eso sí, bien
pagado de hacer saltar a algún pobre desgraciado por los aires.
-Me lancé fuera del coche para avisar a Laura…no llegué al
portal. – Calla, cierra los ojos.
Se abre paso un silencio que no oso romper.
-No quedó nada… (Suspiro) ni de la central, ni de… Laura, ni
de mi cara…incluso Fred, nuestro conductor que estaba en el coche recibió
metralla en pleno rostro. Afortunadamente conservó la sangre fría suficiente
para meterme dentro del coche a rastras mientras aún duraba la nube de polvo y
se alejó de allí antes de que Dubois y los suyos vieran que me había librado.
-¿Qué hiciste después?- aún me costaba articular palabras,
mi herida se cerraba pero aún dolía
-Consideré todas las opciones, pasado el shock, dentro de un
coche debajo de un puente en un muelle abandonado, con Fred sangrando por el
cuello, su herida le había afectado la yugular y se estaba muriendo sin darse
cuenta. Yo había perdido la visión de este ojo- señala su vendaje que le cubre
media cara-. Entonces pensé en Dimitri, tenía gente en Amberes y nos debían más
de un favor, ¿recuerdas?
- Sí, asiento con la cabeza- Dimitri Lébedev, antiguo
coronel de la KGB, tercer directorio, metido a traficante de armas de la
antigua URSS y de vete a saber cuántas cosas más. Te podía vender desde un Caza
sukhoi-37 hasta una bellísima escort.- el buen Dimitri-Era uno de nuestros
principales clientes y habíamos establecido una especie de relación de mutuo
apoyo entre él y nuestra organización. Por decirlo de alguna manera.
-Dimitri, tenía gente, efectivamente –continúa- siempre
tiene gente en Amberes por los diamantes. Muchas veces los pagos de las armas
se efectuaban con piedras preciosas.
Su lugarteniente, Nikolay
Smirnov me recogió cuando ya me desvanecía, Fred llevaba muerto unas
horas ya. Aquella misma tarde salí del país.
Calla y fija su vista en un horizonte cada vez más oscuro,
sus pensamientos huyen hacia ese sol que se sumerge en esas aguas de un mar
negras como su nombre. Quizás Laura la sonríe detrás de esos últimos rayos,
baja la cabeza, como rindiéndose.
Se recobra inmediatamente, el jardinero debe haberse ido
tiempo ha, estamos solos, me echa una manta encima de los hombros.
- Es muy tarde ya,
debes acostarte, anochece y
pronto hará frio.
Entramos, me echo en la cama y ella se acerca y me acaricia
la frente, su mano desciende por mi mejilla y una lágrima se escapa de su ojo
torturado y cae en mis labios. Creo que en Amberes saltaron en pedazos muchas
cosas, Laura, Fred, nuestro mundo y la coraza y el alma de Monique. Y solo
queda lo que contemplo alejarse de mi habitación. Una criatura frágil que
quizás siempre existió en su interior.
Cierro los ojos e intento dormir, mañana será un día interesante,
llega nuestro anfitrión.
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