20:55 Bajo del taxi, mi americana holgada cubre
suficientemente mi walther enfundada en la sobaquera bien ajustada.
No creo tener que utilizarla, si Percy me quisiese muerto,
ya lo estaría. Pero Percy es como el ángel de la muerte, la precede y su
presencia no augura nada bueno para mí.
Llego cinco minutos antes de lo acordado pero él ya está
sentado en la mesa. El mundo en que nos movemos Percy, Monique y yo se compone
de viejas constantes y desagradables sorpresas. Mi viejo Percy…
Me acerco y hace un ademán de levantarse pero no, requeriría
demasiado esfuerzo mover esos ciento veinte quilos de lesa deshumanidad.
Me tiende la mano, eso sí, el apretón es fuerte y cálido,
otra vieja constante, la desagradable sorpresa era que a veces venia seguido de
un corte en la garganta o un disparo en el esternón.
No hay desagradable sorpresa esta vez, me invita a sentarme
y me pasa la carta.
El escoge el vino, chianti, y lasaña,se sujeta la servilleta
al cuello, siempre lasaña, yo no estoy por la labor, pido cualquier cosa menos
lasaña, el se sonríe, conoce mi aversión, yo la aborrezco precisamente por qué
él no come otra cosa. Asocio lasaña a Percy y a sus actos, sin embargo no odio
a Percy, le respeto.
Nadie diría, viéndole con su cara sonrosada de tío-abuelo bonachón,
su gran mostacho gris, que se tiene delante a un maestro de asesinos cuya fama,
clandestina, va desde las arenas de Libia hasta las selvas de Camboya pasando
por los cuarteles supersecretos de los zetas mexicanos. Percy, el afable, el despiadado…
mi mentor, mi maestro.
Viene a mi memoria un campamento, en pleno desierto, tres días
sin probar agua,campo de minas, luchas cuerpo a cuerpo, solo un cuchillo y el ansia de sobrevivir.
Éramos diez , gente de las brigadas rojas, de la Meinhoff, algún
vasco… solo sobrevivimos cuatro. Y Percy lo observaba todo sonriendo sosteniendo su
rifle Sako y comiendo lasaña, mientras su fiel Abdullah le cubría la cabeza con
un viejo paraguas.
Si alguien flaqueaba, simplemente le descerrajaba un tiro en el vientre, para que aprendiéramos los demás decía, mientras el desgraciado moría con las tripas fuera en medio de un dolor espantoso. Yo tenía dieciséis años.
Si alguien flaqueaba, simplemente le descerrajaba un tiro en el vientre, para que aprendiéramos los demás decía, mientras el desgraciado moría con las tripas fuera en medio de un dolor espantoso. Yo tenía dieciséis años.
Nos enseñó a resistir, dentro de lo razonable, un interrogatorio.
El procedimiento habitual, electrodos en los genitales, hormigas
del desierto, mondadientes bajo las uñas…
Percy, había aparecido de la nada. Decían de él que era
hijo de un oficial australiano de la legión extranjera francesa y de una mujer
tuareg.Pertenecía a la vieja escuela, la de las leyendas como Bob Dennard,
Mike O’hare y Cat Shannon. Había vivido más guerras de las que uno quería
recordar. Pero supo ver venir el final y antes de dar con sus huesos en algún
penal sudafricano, desapareció.
Volvió a la luz, es un decir, auspiciado por “ellos” y por
los “otros” que hallaron en él el elemento que compendiaba, que aglutinaba
todas sus necesidades a la hora de “resolver” ciertos “problemas” de una manera
eficaz y definitiva.
Reclutó separadamente de entre sus antiguos alumnos a una
pequeña legión de mortíferos asesinos a quienes se les denominó “el grupo “y
les enseñó casi todo lo que el sabia. Yo fui uno de los más aventajados.
Luego algo pasó, se separó de los “ellos” y de los “otros”,
creo que se le quedaron pequeños y añadió una tercera incógnita a la ecuación.
O quizás simplemente se hartó.
El “grupo” se disolvió. Algunos nos quedamos en un lado y
otros en el otro. Generalmente, nadie interfería en el trabajo de nadie. Teníamos
nuestras esferas herméticas de actuación.
Y hoy cena conmigo.
Espera a que el camarero que ha traído los platos se haya
ido i empieza a hablar.
-Kurt, ( mi verdadero nombre), mon ami, ( sorbo de chianti)sabes
que te aprecio más que a ninguno de mis muchachos, eras el mejor y nunca te has
metido en mierdas de cárteles ni drogas, sólo empresas y gobiernos, por eso te respeto.Siempre me he sentido orgulloso de ti.
Soy, - y es verdad- lo más parecido a un padre que has tenido nunca.(bocado de lasaña)
Soy, - y es verdad- lo más parecido a un padre que has tenido nunca.(bocado de lasaña)
Come pulcra pero glotonamente más de la mitad de la lasaña
sin terciar otra palabra.
Yo apenas pruebo unos espaguetis con calamares que
inconscientemente he pedido. Preveo que la revelación vendrá con el último
tercio de lasaña. Y así es.
-Me han contado una historia… (Empieza)
Otro pedacito de lasaña. Este no se ha rendido sin luchar y
ha dejado un rastro de salsa en el enorme mostacho gris. Lo nota en seguida y
murmurando una disculpa, se limpia con la servilleta delicadamente.
-La historia en sí no es nada del otro mundo, ya sabes, una
persona desaparece, unos lloran, otros se alegran, pasa el tiempo y las aguas
vuelven a su cauce con el curso ligeramente corregido. Al cabo de un tiempo se
considera que quizás se precipitaron y que el río debe volver al curso original y ¡bueno!
Hay que mover de nuevo unas cuantas fichas…
Empiezo a transpirar y el olor a sudor se mezcla con el del
cuero de la pistolera, noto el duro contacto de la culata rozándome las
costillas y una pequeña luz roja empieza a encenderse en mi interior.
-En tu última misión eliminaste al hombre equivocado. –Suelta
como un eructo -
No digo nada, mis ojos se convierten en hielo y mi mundo se
reduce.
-Oh, no mon ami, no fue culpa tuya. “Ellos” se equivocaron,
bueno, quizás ni ellos, ja ja ja, -yo no le veía la puta gracia por ningún sitio-
-Ya sabes cómo funciona este negocio, al final, nadie sabe qué se ordena a quien. El problema es que hay alguien muy importante, por encima de “ellos”
o de dentro, vete tú a saber, que está, mmmm borrando archivos por así decirlo.
Y tú, mon vieux, eres uno de esos archivos.
Se instala un silencio entre los dos que aprovecha el para
rematar su plato y beber de su copa.
Me mira a los ojos y le sostengo la mirada, ya no hay bondad
en ellos, sólo escrutinio, está leyendo en
lo más hondo de mi cerebro, como lo hacía en Libia cuando Abdullah me golpeaba
las plantas de los pies una y otra vez, una y otra vez y él me miraba fijamente,
traspasando mi alma, como hoy, para ver hasta dónde...
Supongo que lo que ve le agrada, llama al camarero y vuelve
la bondad a sus ojos.
- Sfogliatelle per me, pídelo también tú, es un postre
napolitano delicioso.
-¿Quién? Pregunto yo mirando mi plato aun lleno de calamares
e ignorando su recomendación, -a la
mierda los sfogliatelle, los napolitanos y Percy… -¿Quién? Repito.
Me mira fijamente, es otra vez el Percy de Al-Jaghbub el que me está
mirando. Un segundo, dos segundos, tres segundos…
- Carla- y baja los
ojos a su servilleta, como pidiendo perdón.
Ya no solo mis ojos son de hielo, mi garganta, mis entrañas,
soy un bloque de hielo. Cualquiera menos Carla. Mi hermana, mi escudo, mi arma,mi
compañera en el desierto, mi amante, Carla.
-¡Este trabajo es una mierda!-suelta de pronto arrancándose la
servilleta del cuello- por eso he venido, a mi manera os quiero a los dos,
vosotros dos dabais cien vueltas a los demás. Yo no he tenido nada que ver, no
se me consultó, supongo que quién ha ordenado tu…retiro sabía de mi relación
con los dos y han recurrido a los “otros”. El
destino ha querido que yo me enterase. Y aquí estoy. Habrá sangre esta vez,
Kurt, porque Carla va a por ti pero quienes te pasaron el trabajo están
condenados también. Ya sabes … un ejecutivo aparece flotando en el Támesis, una
directora de una orquesta se suicida cayendo de un décimo piso en la quinta
avenida…Te juro que me importan una mierda, allá ellos con sus errores y que
paguen, pero me parece injusto( una palabra que desconocía en Percy) que tu también
estés en la lista.
-¿Cuándo? -Mi voz es apenas un susurro.
- la orden fue dada ayer, yo estaba en Paris y a la media
hora de haber sido cursada yo ya lo sabía. Paris está cerca y creí que te lo debía.
-¿Quién te lo dijo- aunque ya sabía la respuesta-
-Carla. Me llamó, solo dijo, es Kurt y yo tengo que matarle,
dos días, dile-.
-¿sabe dónde estoy?
-No, otro en su lugar me habría seguido, pero no lo ha hecho,
juega limpio, y te aseguro que a ella no le hubiese dado esquinazo. Me hago
viejo mon ami.- y le creí- pero tratándose de Carla…yo no me confiaría.
Pienso, luego estoy vivo aún, hay una depredadora suelta
dispuesta a cazarme, no le gusta pero pondrá todo su empeño en llevar a cabo su
trabajo, es una profesional. Es la mejor, y prescindiendo, o al contrario, honrando
antiguos afectos, me da dos días de ventaja.
Percy se levanta, cierra los ojos y me besa en la frente
lentamente, un beso frío que sabe a muerte, a plomo, a paraguas de Abdullah, a
hormigas rojas. Él no cree que pueda huir de Carla, se está despidiendo y sólo ha
venido a Barcelona para cumplir con un extraño sentido del deber para conmigo.
No le agradezco el aviso, tampoco lo espera. Parece que
quiere decir algo más pero se retiene y se aleja en dirección a la salida.
Desaparece su ancha espalda en la noche que hay más allá de los cristales de la
puerta.
Pido la cuenta y pago
Percy nunca paga.